—A ver, pasáme el cosito ese— le dice Willy a Christian, y Christian saca de una botinera de Ferro un walkie talkie. Ahora los dos se sientan en el piso y Willy aprieta la tecla naranja que sirve para hacer contacto. Hacen contacto y pueden oír todas las voces de los señores de seguridad que cuidan las casas de los jueces, la mayoría de ellos ex policías, todos ellos personas que comen y que cada dos o cinco minutos a veces, se comunican a través del walkie talkie para hacer chistes y también para ponerse de acuerdo y cenar los tres juntos porque es un ratito nada más, y temprano, y merecen ese descanso. El walkie talkie: uno pensaría que es algo difícil de conseguir, pero sin embargo los que ellos tienen son de juguete, en el sentido de que los compraron en una juguetería, pero ahora les sirven. ¿Cómo saben Cristian y Willy que con un walkie talkie comprado en una juguetería se pueden oír las conversaciones de los guardias de seguridad? Porque cuando ellos eran chicos vivía Ruckauf ahí, era vicepresidente de la nación, y ellos tenían un amigo en la escuela que era clase media, pero que para ellos era rico, que vivía a la vuelta de Ruckauf y tenía los walkie talkies. Cuando iban a la casa, él se los prestaba y ellos como locos, se morían de la risa jodiendo a los de seguridad que les decían “apagalo, apagalo por favor”. Pero todavía falta para que los que cuidan las casas de los jueces vayan a comer, así que los dos se sientan medio impacientes y tratan de hablar, capaz llegaron demasiado temprano. Uno los ve hablar y dice “acá pasa algo”, porque la charla entre ellos no es tan natural. Hacen chistes para bajar la tensión, se les nota que lo hacen por eso. Uno diría “bueno, están por robar, estarán nerviosos”, pero se puede andar nervioso y a los amigos tratarlos como amigos igual. Se nota que viene podrido de antes el asunto, desde la última vez que salieron los dos a bailar. Anoche no, anoche había que dormir bien, no tomar, todo bien para hoy. Pero unos días antes sí, salieron. Habían ido por San Martín, a un boliche que se llama Bus y tocaba Néstor en Bloque, presentaba Rompiendo en Silencio, su último material discográfico. A Willy y Christian les gusta Néstor en Bloque, tienen los dos discos anteriores en el MP3 y los escuchan, los escuchan, los escuchan todo el día. Y como sabían que tocaba se tomaron el 78, se bajaron en Márquez y Eva Perón y fueron. En la cola estaba la ex novia de Christian, Vicky. Los dejó que se colaran, se quedaron charlando, ella dijo que estaba laburando en un Burguer King que queda por Flores, ¿ustedes en qué andan?, les preguntó, y ellos en nada, todo piola, vos siempre igual nene, le dijo Vicky para que le quedara en claro que lo dejó por haragán, y le miró las zapatillas: bastante amortiguadoras pero los resortitos no los tenía, Willy sí, Willy tenía con resortitos y también con luces, y su campera era tanto más copada que la de Christian, adidas de verdad, la de Christian clavado que la compró en un puestito de Consti, pensó Vicky sin dejar de mirar a uno, al otro, a uno, al otro, hasta que volvió a los ojos de Christian y con los ojos nada más le dijo “a ver, contraatacá”, y a Christian le salieron todos los pibes de adentro, una fiesta de Bichitos Colorados por la boca:
— Sos puta, nena. La chupás por faso. No boquiés —Vicky atinó a pegarle, dio un paso acercándose a Cristian y la frenaron las amigas, boluda, ¿no ves que si te peleás no entramos?, y ella es que este forro me saca, me saca mal, voy a hablar con Tremendo para que le mande a los pibes, a ver qué les parece.
Por la puerta ya salía la voz de Néstor, una calle me separaaaaaaaaa , del amor que está en mis sueñoooos, pero los que estaban en la cola no se entristecían de que todavía no habían entrado, porque ya sabían que esa, la de la calle me separa, la iba a cantar siete, ocho veces. A los diez minutos entraron los dos, pagaron la entrada y el patova los revisó : mochila, zapatillas, campera, gorra, ¿la gorra también, loco?, preguntó Willy y el patova le dijo sí, pibe, la semana pasada un pibe se metió una sevillana en la gorra y después se la metió a otro pibe en el hígado, y no sabemos si lo que dijo el patova era verdad o no, pero después empezó a correr el rumor por toda la cola y cuando llegó al final, ya alguien había dicho que el muerto era su primo y que ese día lo iba a vengar.
Pasaron los dos al boliche, Vicky iba adelante con las amigas y al toque se perdió entre toda la gente, esta puta se fue hasta a la barra para que los vagos le paguen cosas, le dijo Cristian a Willy, y Willy levantó los hombros y las cejas como cuando alguien dice ya fue, esto es así y no se puede cambiar.
¡Cómo transpiraban las paredes de Bus!, y el piso también, todo empapado. Y las chichis también. Y el local lleno, lleno, lleno hasta las manos, pensó el dueño. Cristian y Willy pensaban los mismo pero no pensaban “el local”, pensaban “todo”, porque en ese momento Bus era todo y también porque los dos estaban meta sangría, meta sangría, y Willy tenía unas pastillas que le había pasado Tremendo, uno de los pibes de la Pater que era generoso con los amigos. Tremendo había estado privado de su libertad dos veces, un año la primera y tres años la segunda, y ahora el tipo maneja un comedor al que le pone la guita Macri, y la verdad que perfecto porque Tremendo curtía la mejor onda con los pibes que iban ahí, y cada vez que un pibe la hacía una gracia, un dibujo, el gordo le decía “Tremeeendo, loco, tremendo”. Y le quedó Gordo Tremendo.
Se clavaron las pastas con la sangría y Willy dijo che, loco, voy al baño, vos quedate acá que yo ya vengo. Y Cristian se quedó y Willy no venía. Se quedó, no venía, se quedó, no venía, y entonces decidió ir a buscarlo porque se había asustado un poco: era raro que le pasara algo por las pastillitas esas, lo de Tremendo siempre estaba bueno. Capaz Willy se habñia zarpado en sangría, andá a saber. Empezó a caminar para el lado del baño. De Willy: ni huellas. Ni la gorra… ¡Nada!
Llegó hasta la puerta del baño de varones, entró y vio diez mingitorios y en cada uno, un vago meando. Cinco de un lado, cinco del otro, ¿y Willy? En ninguno. Buscando a Willy. Miró las dos puertas de los dos cubículos cerrados en donde están los inodoros y en una, por abajo de la puerta onda far best, un espacio de veinte centímetros o ponéle que treinta, y en ese espacio las llantas de Willy y los joggings caídos: las tres rayitas blancas de adidas todas plegadas como un acordeón. Atrás, unas rodillitas desnudas, las piernas de una piba arrodillada que estaba en pollerita. ¡Menos mal, guachín! , pensé que habías fisurado y estabas todo mal copado vomitando sangre. Del otro lado: silencio. Contestá, Willy, ¿sos vos?, contestame y me voy, pero contestame. Del otro lado, la voz de Willy: nos vemos en capi, negro. Vos andá. Pero cristian no, loco, no quería, ¡no quería! Se quedó. Salió del baño y se puso a bailar solo por ahí, muy feo cuando la gente hace eso, y las agarraba a las chicas cuando pasaban y ellas no, salí, soltame, gil, ¡gil le decían! Cristian fue hasta la barra y compró más sangría, total después el lunes recuperaban todo con el trabajo que iban a hacer, el de la casa esa que les había dicho la hermana de Willy. Se quedó un rato, un rato largo. Transpiraba, se sacaba la gorra y se la volvía a poner, agarraba más chicas de la cintura y más chicas le decían no, no, gil, salí, no me toques.
Después de un rato salió Willy del baño, Cristian lo vio salir, y atrás la vio salir a Vicky. Así que por eso no se están llevando muy bien, si bien a pesar de esta traición (traición mínima, digamosló, porque Vicky ya no era la novia de Cristian) decidieron dar el golpe igual. La única conclusión a la que llegan escuchando a los guardias es que todavía no piensan ir a comer. Se ríen con los chistes que hacen los guardias, descargan los nervios. La mayoría de los chistes terminan en que un guardia “conoce íntimamente” a la mujer del otro. Sabe cómo grita, cómo duerme, cómo es desnuda. Cristian y Willy se ríen.