¿Vieron a Alfonsín hoy? Yo lo vi. Para mí, ese señor es un león de la cosa pública.
Un amigo súper querido me dijo, una vez: “es un tipo que abre el diario todos los días pero no se busca a él: abre la sección de internacionales y dice “qué cosa, el medio oriente, la puta que lo parió”. Mi abuela, que estaba un poco demente en las elecciones del 2003, decía “yo lo voto a Alfonsín”. Mis padres, al único presidente que quieren y que alguna vez quisieron, es a Alfonsín. Mis amigos políticos más grandes, muchos de los cuales arrancaron en la JUI o en el PI, cuando me cuentan su historia, parten de su oposición o su apoyo más o menos fuerte a Alfonsín en la candidatura.
Hace unos meses fui a cenar sola con papá, a un restaurant que a él le gusta, por Boedo, enfrente de un lugar que fue el estadio de San Lorenzo. En ese lugar hay cuatro mesas con velitas y una señora que canta jazz. En una cita con papi, está el compromiso de que tenemos que ser cómplices en algo, en un chiste sobre mamá o mi hermana u otros familiares. Formulamos códigos nuevos, también. Por ejemplo, clasificamos a los pelados según algunos tipos ideales que armamos de acuerdo a forma de la pelada, posición, y brillo (que a su vez contiene a la subclasificación de seborrea uno, dos y tres. O clasificamos a la gente según carne de qué sea. Carne de tirano, carne de divorcio, carne de electrodomésticos, carne de fotolog, carne de verbitsky, carne de Altamira, carne de Cormillot. Otra cosa que hacemos en esos encuentros es confesar algo que quedó colgado del árbol de navidad en 1992. Tienen que ser confesiones chiquitas que hagan la comida más rica. No se le dice a papá “creí estar embarazada pero no sabía de quién”. No se le dice “los episodios homosexuales de prueba son comunes en determinada población a partir de determinada edad”. Hace dos años, le confesé mi participación en una agrupación del secundario y mi brevísima toma de una fábrica en el 2002.
Esta última vez que fuimos, papá me dijo: “si Alfonsín no ganaba, vos por ahí no nacías”.
Bueno, todo esto para decir que Alfonsín todavía es alguien muy querido por acá. Ahora, Especulemos un poquito: Alfonsín fue el único político opositor al peronismo que logró concretar la estrategia populista. Con el valor agregado, además, de decir que la fuerza centrífuga que construye al Pueblo es la democracia. El costo: la teoría de los dos demonios porque claro, para armar un pueblo sobre la base del terrorismo de Estado, hay que cerrar heridas y decir “el Pueblo no fue”. Pero si creamos a un sujeto inocente tenemos que crear también a uno culpable y… Bueno, una pregunta: ¿En ese momento, se podía apuntar sólo a las Juntas? Cuando tenían presupuesto, cuando tenían armas, cuando tenían estructura, servicio militar obligatorio, cuando los malos estaban sueltos y cuando seguía valiendo la pena ponerles plata encima, ¿se podía?
Cuando Kirchner asumió, o en su primer discurso del 25 de mayo, no me acuerdo bien, enumeró a los usurpadores del sillón presidencial, y entre esos usurpadores, lo nombró a Alfonsín.
“Cuando pensamos en democracia, pensamos en usted, en su fuerza política dirigida a la unión nacional. Y por eso, este busto le corresponde”, dijo hoy Kirchner, Cristina, después de haber dicho hace tres meses, frente a un lock out agrario que amenazó con hambrear aún más a los pobres, “yo hoy podría decirles que la argentina está en orden, y feliz día del padre”. Y no es la chicana, eh, porque me cago en el archivo y porque si el mundo cambia, no puedo pedirles a los políticos que se mantengan igual. Pero creo que así como la oposición no puede resolver al peronismo, el peronismo no puede resolver a Alfonsín, porque ¿Cuál es la superación de la teoría de los dos demonios? Yo diría: bueno, la superación es la figura del genocidio. Pero esa figura no era aplicable durante la recuperación democrática, porque la sociedad no estaba preparada para escuchar que era, ella misma, perpetradora de un genocidio. O para decirlo más fácil, nadie gana una elección acusando de genocidas a quienes se supone que lo van a votar.
En todo caso, el peronismo tampoco puede superar la deuda con el genocidio. Eso lo vemos cuando cualquier boludo de 20, de 30, de 40 años, nos dice “nosotros pusimos los muertos” para fundir la discusión. Porque a los muertos, en un genocidio, los pone el país. También pone a los perpetradores, porque todos los estados son potencialmente genocidas.
Alfonsín estuvo a un pasito de llegar a eso, que es la Memoria que sirve para hacer, digamos, patria.