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Sentados en una plaza heredada
(el cemento despejado, los puntos
claves de custodia, no hay dudas)
de un gobierno militar ajeno
como el momento en que nuestros padres
se analizaban,
hay un hombre y una mujer que no
se reconocen como tales. Mientras
la culpa judeocristiana se come
los cimientos anarcopunks
sobre los que él saltaba excitado
uno dos ultraviolento, ella
trata de salirse del gremio
del despecho y entender que el amor
también
es un arte del Particular. Prende
un cigarrillo y a la luz
de la bracita se vuelve todo
más oscuro. Hay una que sufrió
genuino y fuerte, una vez. La culpa
es lujo de los que hacen y el perdón
es cobardía del que pierde.
Hay otro que sufre fingido.
La empatía es un concepto límite.
Él dice que se siente apenado y ella piensa
que a los varones, mejor tenerlos
de amigos. Mejor. Así entiende
y escucha lo que de otro
hubiera resultado incomprensible.

cover 1

La mirada en diagonal al suelo
de cemento de la Hussey
con cara de hay un pariente muerto
que resistió al cáncer durante dos años
de resignación cuando por la tele
una catástrofe, New Orleans
como lo que uno se imagina de niño
cuando le dicen
“el héroe burlado por el Hado”,
me cuenta de la pasión
de su pareja producto de la pasión
de una rosarina vacacional que esta vez
su novia decidió no tolerar.
Ah, el Hado.

cover 2

El hombre es como el oso:
cuanto más lindo, más culposo.

cover 3

Sentados en una plaza heredada
(el cemento despejado, los puntos
claves de custodia, no hay dudas
de que el verde está escaso
y sus fines son acaso aclaratorios:
esto es un plaza) de un gobierno
militar, él dice que nunca creyó
en la monogamia y eso hizo
de su novia una cornuda
compulsiva. Lo escucho
con la paciencia que la amistad
amerita y recorro con los ojos
el playón central de la plaza
el caminito hacia la Iglesia:
una plaza creada para no
guardar secretos ni personas
no gratas. Lo miro de nuevo
y decido que mi vivienda
de casada deberá ser
necesariamente un loft.