Monday, January 05, 2009

vamos al mar vamos a dar cuerda a antiguas vitrolas

En las vacaciones, como en capital, teníamos a nuestras amigas por separado. La edad era crucial. Pero cuando empezaron a venir nuestras primas Belén y Manuela, instalaron una lógica nueva, porque Belén tenía el deber de cuidar a Manu, dado que entre ellas hay una mayor diferencia de edad. Formamos entre las cuatro una cofradía que se abría a las mujeres y a los varones. Fue una buena cofradía. Participamos todas juntas de la competencia de castillos pero hicimos una mujer embarazada teniendo un bebé. Estaba perfecta y ganamos premio a la creatividad.


Lo que nuestros padres hacen ahora con su vida ya lo sabemos, pero ¿te acordás de lo que hacía antes mamá? “Lo más importante es nacer”, nos decía eso todo el tiempo cuando hablaba sin parar de sus embarazos y cuando se dejaba ver desnuda en casa, en la ducha. A mí eso no me gustaba del todo y creo que por eso no lo hicieron tanto con vos. Lo mismo vale para la pared dibujada de nuestro cuarto, en la que aprendí a escribir. Los padres siguen permitiendo a sus hijos que escriban en la pared de sus cuartos, creo, pero en ese momento era más importante porque había hacer la democracia en las casas. Papá y mamá andaban desnudos y yo rayaba la pared. Vos te sacabas el pantalón, el pañal, te sacabas todo y corrías. Y eso era lo normal.


Ahora ella sabe Tarot pero no del todo bien, no siempre recuerda el significado de una carta seguida de otra en un determinado lugar y en una tirada específica. Sí sabe mucho de astrología y a veces me dice, por ejemplo “qué tauro en leo que sos”. Pero eso no implica que lo nuevo no sea el eje de su vida. Se puede ser Tauro en Leo, o las cartas pueden decir “la obra saldrá bien”. Pero hay que hacer la obra, trabajar los movimientos de los personajes y definirles un vestuario. Hay que hacer los cambios necesarios en el texto y pensar una voz, desde dónde sacarla, analizar su caudal y su textura.


Hace un par de años leí algo sobre el totalitarismo que no me gustó del todo. La mujer decía que lo específico del totalitarismo es el desarrollo extremo de una sola idea. Eso quiere decir que esa idea se expande hacia todos los ámbitos: las casas, las escuelas, el poder ejecutivo, las parejas, las familias, las plazas, los hospitales, las veredas, los escritorios, las oficinas, los sindicatos y las ciencias. Y que lo único que salva al totalitarismo de su propia lógica es el nacimiento.

Sunday, January 04, 2009

Tengo tu voz tengo tu tos oigo tu canto en el mí-íiiiío

Un papá y una mamá tienen función. Una mamá nos alimenta al nacer y moldea nuestro carácter en los primeros meses. Viene y nos alimenta cuando lloramos a la noche si es que lo hacemos, nos dice “no llores” y se dirige a nosotros a través de nuestro nombre. Muchas veces, si no lloramos ni pedimos cosas, la mamá se preocupa. Hay un cuento muy lindo de una mamá que es escritora a la que le regalan una lapicera de oro, y un hijo se la pide y el otro no. La función del papá es menos explicable pero bastante crucial en el mantenimiento económico del hogar. Se refuerza su figura con el surgimiento de los Estados Nacionales, cuando se juntan el discurso de la economía con el de la soberanía y el del gobierno, y también pasa algo con la pastoral, los pastores, el cristianismo, que no recuerdo bien ahora. Pero lo del papá es como una racionalidad ascendente y a la vez descendente con los Estados Nacionales, es decir: una casa con una economía bien saldada deriva en un Estado con una economía bien saldada.
Alguien tiene que cumplir esas funciones, aunque no sean los padres biológicos u adoptivos. A veces las cumplen las instituciones públicas y otras veces los amigos, los padrinos, las abuelas, etc. Papá nos gobierna y mamá nos reproduce, ese sería el esquema necesario, pero ¿y las hermanas qué son?

Yo moriría antes que vos. Pero no sé tu función. Tenés el pelo muy largo como una bailarina.

Antes, hace 7 años aproximadamente, las dos éramos “bailarinas de estudio”. Yo era más disciplinada pero ella tenía más gracia y un cuerpo más acorde. Yo tenía la espalda demasiado ancha, y la cadera lo mismo. No tenía una estructura ósea afín a la del resto de mis compañeras. Ella sí, tenía. Pero un día, antes de hacer la polca, llegando al final de la clase, se hizo pis y llorando miró hacia arriba, en donde había un palco para que las madres observaran a sus hijas en la clase. Ese día estábamos mi mamá, yo, y Maite, su mejor amiga. Pudo haber sido traumático porque tenía 5 años, pero fue gracioso porque nuestra profesora era buena para desdramatizar las cosas, probablemente porque ella había sido bailarina y por lo tanto había tenido una vida dura y sacrificada, pero además porque provenía de una familia pobre y por lo tanto sabía, si bien con el tiempo se volvió la mujer más elegante que yo conocí hasta ahora, que los dramas de una audición en la que se fracasa, de una pirueta que no sale, de un empeine no todo lo desarrollado que tiene que ser, dejan de ser tales cuando se sale del estudio bien iluminado, bien calefaccionado, y aromatizado con la resina que se usa para que las puntas no resbalen.

Hace dos días encontré las puntas, me las puse, y me pude parar y hacer el principio de la escobilla en la obertura del Quijote. Pero fue una falsa satisfacción, porque se supone que yo quiero ser socióloga, que es una profesión para la que no se usa un calzado determinado, ni marca el cuerpo de una forma tan clara. Una bailarina se reconoce por su delgadez, por la longitud de su cuello, y porque camina con los pies abiertos como un pato. Al principio lo hace propósito, para mejorar su postura y facilitar su trabajo en las clases, interiorizando la posición básica que el cuerpo de una bailarina debe tener, pero después pierde conciencia sobre esta posición y directamente la adopta como natural.

Pero vos, ¿cómo es que seguís haciendo cosas con tu cuerpo?, ¿cómo se te ocurrió?

Ella estudia teatro y trabaja en una compañía de teatro callejero, en la que tienen una modalidad particular de explotación del cuerpo. Para ellos, la materia prima de la obra no es tanto el texto como las expresiones corporales que el texto no contiene, y que por eso el actor tiene que componer. Ella ya trabajaba con estas técnicas desde muy chica. Un día fui a ver una clase y las docentes que tenía por ese entonces decían que mediante el cansancio corporal se tumban barreras de censura. Después de cansarse, un actor o una actriz, dejan de preocuparse por verse lindos, por ejemplo. O por acomodarse el bretel o la cintura del pantalón.

Fui a verla actuar varias veces, pero me impactaron particularmente dos de ellas. En la primera, ella tenía 17 años y hacía un personaje masculino, Cerdín. Cerdín era un chico de once años, obeso, y al que le gustaban las revistas pornográficas. Cerdín es “el alma” del grupo de amigos en su doble función de comediante y chivo expiatorio. Ese día tardé varios minutos en reconocerla.
La segunda fue hace dos semanas, cuando hizo de Roxana en Cyrano. En esa obra, había dos momentos en los que ella miraba al frente, al reflector: uno era cuando en la guerra moría su novio, Christian, y después al final, cuando Cyrano muere y ella se entera de que él “había estado siempre enamorado de ella”. Y en esos momentos, también estaba irreconocible, pero esta vez sin demasiados artificios de vestuario. Quiero decir que ella nunca había mirado así antes.

Una hermana no tiene una función. Los amigos siempre tienen una función, y esta se adecua al momento existencial que se transcurre. Junto con el momento cambia la función, y esto conlleva a veces un recambio de amigos. A veces los amigos permanecen. Esto depende de la manera en la que las personas construyen sus relaciones de amistad.

Vos no sos mi amiga. No sos tampoco lo que los músicos de protesta y su público llaman “compañera de ruta”, porque podría enumerar una lista larguísima de acontecimientos y situaciones en las que no acudí a vos porque sabía que ibas a ser incapaz de hacer algo por mí. Hay una infinidad de cosas que no compartimos. Pero lo primero que pienso cuando hablo de vos con alguien o con varias personas, es que me aterra que algo malo pueda pasarte. Y que tengo que defender tus decisiones y tu libertad ante el grupo de los adultos del que formo parte desde hace cuatro años, casi cinco, cuando entré al “mundo del trabajo”. Pero esas dos cosas se contradicen, mi lugar es contradictorio, y entonces hago lo que puedo. Por ejemplo, te llamaría ahora mismo para decirte el crecimiento que descubrí en Cyrano, en donde no precisaste un rol masculino para hacer creíble tu papel, pero estás durmiendo en una carpa y si te despierto no vas a recobrar el sueño y vas a estar malhumorada todo el día, vas a desquitarte con tus amigos y vas a volver antes de tus vacaciones.

Últimamente estoy pensando mucho en conseguirte un chico que esté a tu altura. Ya probé una vez pero no resultó, y además no te portaste bien con él, para ser sincera.
Nunca te pregunté si te interesa formar una familia, ¿ya te lo preguntó alguien? A mí a veces ya me lo preguntan, pero por suerte tengo la excusa de mi magro salario y respondo “no puedo pensar en bebés”. Aunque de verdad no puedo hacerlo, y eso se debe a mi magro salario. Vivir es bastante difícil cuando muy pocos llegan a resolver la cuestión objetiva de comer, dormir, vestirse, etc. Pero no quisiera cargarte ahora con estas preocupaciones, aunque un poco sí. No quiero evadir mis responsabilidad de hablar del dinero, pero justamente afirmo algo así porque no quiero nunca, en ninguna circunstancia, hablar del dinero. ¿Vos hablás de dinero con tus amigos? Aunque tus amigos tengan mi misma edad, pienso que nuestra brecha generacional (3 años) es enorme, y eso es porque ustedes siguen andando en manada y yo no. Aunque siempre fuiste más manada que yo. Y te envidio amargamente porque sé que eso se debe a que que vos insistís en los vínculos y yo no, yo descreo de que lo mejor del mundo pase por lo que uno puede hacer con otra persona. Pero es tonto hacer eso, porque al final te envidio y sufro.

No puedo definir tu función, pero sos lo único (fuera de las cosas básicas y reproductivas) de lo que no podría prescindir. Y esto me da pudor, pero lo que más pudor me da es la idea recurrente de que vos sí podés vivir sin mí. Eso debería tranquilizarme si yo fuera Jesús, por ejemplo, pero más que nada me inquieta.