En un mes, dos situaciones cercanas a la muerte y cercanas a las vías del ferrocarril y un hurto de cartera con: dinero, DNI, llaves. Pero en terapia no hablo ni de la distracción ni de la adicción al tabaco (otro tópico que viene signando más o menos lo mismo), hablo de los chicos que me gustan y de la necesidad de que siempre me esté gustando un chico y de que no puede ser, Mariana, no me banco las mesetas afectivas.
Hoy: me quedé dormida y no fui a la facultad a cursar Planificación que es de 9 a 11 y somos tipo 10 y es la única forma que encuentro últimamente de hacer Patria. Hace dos días perdí las Odas Seculares y Los Raros en el bar de Marceloté (si alguien las tiene, ¿me hará el favor de devolverlas?). Al día de la fecha me dirijo al trabajo de Paulita para que porfi porfiiii me pase ambos libros otra vez y me cruzo con un ex que me hace pensar querida, qué mierda estás haciendo de tu vida, no sabés qué pasó con el caso skanska, la gente se está matando en el oriente, no leiste nada para ninguna materia, tu papá es pelado y tu mamá es culona, no estás haciendo nada físico porque no estás haciendo NADA y cuántos cigarrillos fumaste hoy? te pensás comprar otro atado? te pensás ir a depilar de una buena vez?!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Pasan los fines de semana, queda la improductividad. El informe de cierre de gestión ya está terminado (una obra de arte pictórico, de dibujo con word y excel) y ahora qué mierrrrda me justifica acá hasta fin de año. Chateo con Pollo que está en una comunidad israelí en la que recolecta dátiles diez horas por día, se despierta a las 5 AM y hace 25 minutos de silencio comunitario. Y re lindo Lugones con eso de que la poesía es como escupir desde un puente o hacerse crucificar pero loco, yo quisiera saber hacer un sweater.
Pollo me tienta con su agricultura: muertas las ideologías, el amor, y la parejita de forros que se saludaban ayer de un andén al otro de la estación Facultad de Medicina tirándose besitos y prometiéndose mensajes de texto una vez que la gorda morisquetera-me-visto-de-rosa-porque-soy-una-inconciente-y-a-Pupy-le-encanta llegara adrogué, muerto el Chipy Castillo por sobredosis de corticoide, muerta la oposición, la posición y el putísimo kama sutra que le hace súper bien a la pareja, muerta la clase como ámbito de construcción de conocimiento, las clases sociales y las diferentes clases de manzana abrillantada que ya no me vende la vieja en la dietética porque no le entran más (porque es vieja), muerta rainbow brite, Jem y también las misfits, pido Paz y Oración, Paz y Administración, Paz y Producción. Orden. Progreso. Un método. Un novio. Disciplina.
Friday, August 31, 2007
Tuesday, August 28, 2007
esto es vida?
en el box de al lado una embarazada reciente llora por las peripecias burocráticas de la obra social. le ofrezco coca porque no estoy embarazada, nunca estuve, ¡no sé qué quieren!, ¿¡qué quieren!? , en el box del otro lado Uno me pregunta ¿qué pasó, chiqui, dormimos juntos anoche? y yo pienso y LO VEO y no creo, no sé, le digo "creo que no, todo bien, no quiero que te sientas mal pero me temo que te estás equivocando", entonces se pone un poco rojo, suda, se agita (se ríe). viene y me saluda. y así se configura la antesala del diálogo que aquí voy a presentar:
Papa: hola sol como estas?
Sol: hola pelado estoy bien
Papa: porque siempre pelado ? yo te quiero igual
Sol: y yo te quiero igual aunque tu pelada sea muy grande
Papa: pero minúscula inmensidad comparada con tu maldad
en fin, chicxs, me voy a terapia chau.
Papa: hola sol como estas?
Sol: hola pelado estoy bien
Papa: porque siempre pelado ? yo te quiero igual
Sol: y yo te quiero igual aunque tu pelada sea muy grande
Papa: pero minúscula inmensidad comparada con tu maldad
en fin, chicxs, me voy a terapia chau.
Monday, August 27, 2007
dicho y hecho. mi amiga política sacó dos líneas en el test.
ahora miramos nombres de bebés, ella toma lágrima y yo café. no entiendo mucho, pero creo que se trazó una rayita y yo quedé del lado de los infantes. no me quita el sueño pero algo quiere decir.
ahora miramos nombres de bebés, ella toma lágrima y yo café. no entiendo mucho, pero creo que se trazó una rayita y yo quedé del lado de los infantes. no me quita el sueño pero algo quiere decir.
Saturday, August 25, 2007
este poema hace lo que dice
una cinta de peligro rota atada a un poste
de los de pasar la luz, o colgarse
de la luz o del cable, atada por la mitad.
las puntas flamean como unas banderas pero
es una cinta de peligro que se rompió:
el peligro ya pasó o alguien ya pasó
por el peligro, ahora: me querés decir en qué
vamos a pensar cuando pasemos por ahí?!
una cosa que dijo charly te digo al oído:
peor que sufrir es estar aburrido.
idolatremos a un pibe por hobbie, please
te paso el emeseene, decile
“hola, nene”, preguntale algo gracioso, ya sé:
si alguna vez en la primaria se hizo pis.
ah, no, no me causa gracia, dejá
creo que ya casi todo está hecho.
de los de pasar la luz, o colgarse
de la luz o del cable, atada por la mitad.
las puntas flamean como unas banderas pero
es una cinta de peligro que se rompió:
el peligro ya pasó o alguien ya pasó
por el peligro, ahora: me querés decir en qué
vamos a pensar cuando pasemos por ahí?!
una cosa que dijo charly te digo al oído:
peor que sufrir es estar aburrido.
idolatremos a un pibe por hobbie, please
te paso el emeseene, decile
“hola, nene”, preguntale algo gracioso, ya sé:
si alguna vez en la primaria se hizo pis.
ah, no, no me causa gracia, dejá
creo que ya casi todo está hecho.
Sunday, August 19, 2007
Florencia leyendo de una fotocopia anillada de seis centímetros de grosor
Un resaltador amarillo, un regla, un cuaderno al lado de la fotocopia anillada. La fotocopia dice “Aprendiendo a Trabajar, por Paul Willis” y en la hoja del cuaderno dice “De qué estás hablando, Willis”, y al lado hay una carita feliz. Darío hace menos espamento con su bibliografía. Tiene cinco hojas fotocopiadas y abrochadas, que lee y de las cuales subraya las partes que él supone más importantes con una birome negra. Florencia se cuelga: mira el reloj de pared de la cocina, una cocina larga y finita de un departamento que no es ni grande ni chico y está muy cerca del Parque, en Panamá y Sarmiento, a dos cuadras yendo por Sarmiento. Pero en realidad no mira el reloj, pareciera que lo mira pero no mira nada.
— ¿Qué pasa, culo?—dice Darío, y pellizca el cachete derecho de Florencia, porque está sentado a la derecha de Florencia y porque le gusta pellizcarle el cachete, que no es gordo pero es carnoso, ni muy fuerte ni muy suave se lo pellizca, hasta el momento en el que el cachete se separa de los dientes por completo, y hace un ruido específico, hace plt.
— Nada, es que ¿viste en el subte?, ¿viste que había dos chabones que tocaban carnavalito, que uno tocaba el charango y el otro el sikus, que a uno se le re notaba que era porteño o bonaerense y el otro sí parecía kolla de verdad?—Darío la mira, frunce el entrecejo, no sabe— Esos, boludo, esos que tocan la de “hoy estoy aquíiiii, máaañana me vooooy, páaaasadomañaaaana dónde me hallaré”…
—No, bueno, no sé quiénes son y no sé qué estás cantando, pero qué pasa
— Sí que sabés, los viste seguro
— Bueno, ¡no!, no sé, pero contá la anécdota, ¡por favor! La anéc-dota
— Es que me pone de la mente que me digas que no los viste, porque sí los viste, todos los vimos aunque sea una vez, preguntale a cualquier porteño medio, a cualquier hombre o mujer hasta el primer, segundo anillo del AMBA, todo el mundo los conoce. ¡Todos!
— Bueno, ¡no los vi!, perdón por no conocer la fauna de la ciudad de como vos, chica con calle, no vi a los putos carnavalistas, no-los-vi
— Buen, el tema es que hoy cuando venía para acá estaba el porteño pero no estaba más con el kolla, estaba con una chica gordita de anteojos, que me parece que es la novia.
— Ah, ¿y?
— Y nada más
— ¿Eso es todo? ¿y la anécdota?
— Esa es la anécdota
— No hay anécdota
— No, bueno, la anécdota es que van por el subte tocando carnavalitos, ¿entendés?, viven de eso, seguro—Darío la mira, levanta las dos cejas— ¡y es re lindo!, no lindo de romántico, o sí, de romántico pero en un sentido poco convencional, ¿entendés? Porque son dos hippies ellos, seguro
— ¿Querés ir a tocar por los subtes? ¿Tenés un charango en este momento en tu mochila?
— Buen, pero es que vos sos un forro, si no lo conocés al chabón la anécdota no tiene sentido, pero más allá de eso, ¿te das cuenta de que siempre, siempre, siempre, Darío, hacés lo mismo? Ante cualquier cosa que yo hago vos estás esperando más. No me pongas carita, ¿Te acordás en el casamiento de tu prima, que me pasaste a buscar por casa y me dijiste que mis zapatos tenían un taco demasiado alto, que parecía Gabriela Sabattini, y yo me los cambié y me dijiste que tenían un taco demasiado bajo, y que parecía la Bomba Tucumana? Ya sé lo que vas a decir, vas a decir que no es ejemplo pero sí es, y lo mismo se aplica a mis amigas, odiás a todas mis amigas: Gise te parece una tonta, Anita te parece una fea, Lula te parece una histérica, Tere te parece un pendeja. Con mi papá es igual, con mi mamá es igual, ¡con la relación entre ellos es igual! Todo te parece que está mal.
— Bueno, sí, me imagino. Me voy a bañar. Estoy harto de discutir esto. De verdad. Siempre encontrás la forma de que cualquier cosita derive en una bola innecesaria.
— No, no vayas todavía, estudiemos un rato más
— Pero vos no estudiás, vos pensás en los músicos del subte
— Y qué querés, me acordé. Me acordé y me acordé, no lo puedo evitar. Encima te estoy haciendo la gamba a vos, yo rindo en un mes, recién
— Ay, qué linda, como los hippies. Igual ni te calientes por mi parcial, mañana hago jornada extensiva con Lula, que justo está cursando esta, también.
— Lula, ¿Luciana?, ¿La gorda de tu trabajo que gusta de vos?
— Cortala con eso, no gusta de mí
— Ay, querido, es obvio, vos sos re lindo, todas gustan de vos. Yo si fuera esa gorda re gustaría de vos. Gusto de vos y soy flaca, ahí tenés la prueba.
— Ella no es gorda, tiene formas
— Pará, ¿Qué me querés decir con eso?
— Nada, sos de libro.
— Claro, sí, YO soy de libro
— Lo sos. Y no te rías así, me da miedo.
— Vos no
— Yo no. Yo me voy a bañar, y vos vas a terminar con el acting, y después vamos a ir a comer.
— Bueno, sí, perdoname
— No te victimices
— ¿Por qué me victimizo? ¿Porque te pido disculpas?
— Me voy a bañar, ¿me hacés un té?
— Bueno, el común
— No, verde
— Es un quilombo el verde, por favor, dejame que te haga el común
— Yo tomo verde— Bueno, ok. Verde —Darío ya está levantado de la silla, no tiene la remera puesta, no tuvo la remera puesta en ningún momento porque es verano y Darío no usa remera cuando está en su casa en verano. Florencia se acerca, lo abraza como colgándose pero en realidad es un simulacro de colgarse, porque Darío es apenas tres centímetros más alto que Florencia, si bien tiene el pelo muy enrulado que le suma unos tres centímetros más, y usa, por lo general, unas zapatillas Adidas azules con la suela gruesa, que le suman otros dos centímetros, pero en este momento Darío tiene puestas ojotas, hawaianas, nada de zapatillas Adidas y entonces la diferencia de altura no existe pero por algo Florencia precisa hacerla existir y para eso se pone en media punta, no se pone de puntas de pie por completo, para besarlo, y lo besa en la boca, agarrándose con los codos de los hombros de Darío, poniendo los codos en paralelo al cuello de Darío, depositando las manos cruzadas una sobre cada omóplato de Darío. Él la agarra de la cadera como si se tratara de una cadera más chica de lo que en verdad es, como si estuviese moldeando la cadera de una chica con huesos más pequeños que los de Florencia tiene, cierra los ojos y la besa también, para después abrir los ojos y que Florencia los vea bien, a Florencia le encantan los ojos de Darío y a todas las mujeres y a todas las chicas les encantan los ojos de Darío, sobre todo a su madre que cuando lo vio después de haber dado a luz por primera vez (Darío había sido su primer hijo, hacía ya 22 años de esto), dijo “es puro ojos” y la enfermera asintió, y después la madre agregó “azules como los de papá” (por su papá, el abuelo de Darío) y su madre (la abuela de Darío) asintió también, todos asentían pero nadie hablaba, salvo la madre que fue la gestora y la única con derecho a hablar, si Darío hubiese nacido por cesárea la historia hubiese sido distinta porque las madres que tienen hijos por cesárea no pueden hablar en las 48 horas posteriores a la intervención, pero Darío había nacido por parto natural, como un regalo de lo natural, y entonces su madre hablaba pero el resto de las personas no, eso es lo que pasa cuando nacen bebés hermosos y Darío era un hermoso bebé y un hermoso chico, casi adulto, y ahora Florencia lo mira como Darío quiso que lo hiciera cuando abrió los ojos premeditadamente, una acción chiquita pero premeditada, una operación estratégica mínima. Había pasado un año, tres meses, y nueve días desde la última operación estratégica de Darío para con Florencia: la operación había sido preguntarle si quería ser la novia, su novia exclusivamente, pensó la pregunta durante dos horas antes de verla, y resolvió que “¿te cabe la exclusividad?” sería un enunciado justo: amable pero sin demasiada exposición, comprometido pero sin ser meloso. Se abrazan durante dieciséis segundos más, ahora sin mirarse, y Darío se separa y va al baño. Florencia agarra un jarro metálico chico, abre la canilla y pone agua adentro del jarro, hasta llenarlo por la mitad. Después prende la hornalla con un magiclick y pone el jarro encima de la hornalla. Piensa todas estas acciones con cuidado porque la casa es de Darío, no la suya, y Florencia sólo puede hacer las cosas irreflexivamente cuando está en su casa, no podemos decir que esta conducta está por fuera de la conducta habitual, es lo que le pasa a la mayoría de la gente o al menos a la clase media, porque los pobres no tienen casa y por lo tanto ningún espacio es propio para ellos, la mayor parte de sus viviendas son transitorias y están habitadas por mucha gente que la mayoría de las veces no integra su núcleo familiar, y los ricos, bueno, creen (o más bien saben) que todo espacio podría pertenecerles y si no les pertenece es cuestión de tiempo o de suerte, el resto es trámite, de lo cual infieren que el espacio efectivamente les pertenece y actúan en consecuencia. Pero Florencia es una chica de clase media y entonces ahora está haciendo té verde para su novio de manera conciente, mentada. Saca de la alacena de debajo de la mesada un frasco transparente con tapa roja que dice “Té verde” y está escrito con marcador indeleble negro en una cinta adhesiva de papel. Florencia piensa en la neurosis de la madre de Darío, etiquetar frascos todo el tiempo,¿eso es vida?, piensa entonces en la neurosis de Darío, así sí, claro, todo cierra, y después se culpa y mueve la cabeza como diciendo “no, no” pero en realidad piensa “sí, sí” y entonces espera a escuchar la puerta del baño que se cierra, el ruido del agua de la ducha cayendo sobre la bañadera, ya está, agarra con la mano derecha un montoncito de hebras de té verde, lo vuelca adentro del jarro con agua que está encima de la hornalla, y en mucho menos tiempo de lo que tardamos en contar esto Florencia está sentada en la computadora de Darío, que siempre está encendida, y abre el historial de msn de Darío, que está escondido pero no tanto, después de una año, tres meses y nueve días nada puede estar demasiado escondido, o al menos eso piensa Florencia cuando se lanza sobre la computadora sabiendo que lo que busca es encotrable, y ahora está haciendo doble clic en donde leyó “lula_1980@hotmail.com”. Abre el archivo y lo lee. El agua que estaba en el jarro en la hornalla hierve al mismo tiempo que la ducha deja de sonar y ahí Florencia se levanta de la silla de enfrente a la computadora para que frene el hervor, va hasta la cocina, apaga la hornalla y vuelca el té sobre un colador de taza que está apoyado precisamente en donde corresponde. Abre la heladera, saca un limón del cajón de las verduras y corta un octavo del limón, lo aprieta con los dedos para verter su jugo en la taza de la que ya sacó el colador, y camina con la taza hasta el baño. Entra sin golpear y deja el té sobre el banitory y dice “Darío, tu té” y después dice “che, me llamó Gise. Acaban de internar al papá, tengo que ir a la casa ya. Abrime”. Darío le dice que cuál es el apuro, que si lo internaron, internado está, para qué correr ahora, que el podría acompañarla si el apuro no fuera tanto, que siempre tiene que ser la amiga de oro al pie del cañón y que por qué Gise no llamó a otra, a Anita, a Tere, a Lula, Lula que no es la del mail pero de golpe, para Florencia todas las Lula son la misma y entonces podría ahora, una vez que estas dos sílabas salieron de la boca de su novio, “Lu- la”, como el estribillo de alguna canción para chicos o como uh-lalá, quebrarse en el baño, ir bajando al suelo hasta quedar casi en posición fetal sobre las baldosas frías y ahora húmedas del baño en el que Darío acaba de darse una ducha, podría decirle por qué, Darío, tan pelotudo, por qué no me dijiste, por qué no lo hablamos, por qué no me di cuenta, por qué todos son iguales, todos como mi papá, calcados, al menos espero que hayas tenido la decencia de usar preservativo, sos un egoísta, por qué guardaste el historial, querías que me diera cuenta, como si no te diera bola pero te doy, te doy, te doy , te doy, te doy todo. En lugar de dar espacio a esa secuencia, Florencia insiste dale, boludo, tengo que estar ahí, entonces Darío camina hasta su cuarto con una toalla en que se anudó a la cadera y abre el placard de donde saca un short de baño, se lo pone, se calza las ojotas y acompaña a Florencia hasta la puerta de calle, dos pisos abajo por escalera. Florencia camina media cuadra y cuando llega a la esquina se da cuenta de que dejó abierto el archivo con la conversación de msn y entonces no puede ir hasta el parque, porque Darío va a saber que está en el parque, va a saber que leyó la conversación y va a ir a buscarla. En Sarmiento y Paraná, Florencia para un taxi, se sube, y le dice al taxista la dirección de su casa. No se tapa la cara con las manos, no llora, el taxi arranca.
— ¿Qué pasa, culo?—dice Darío, y pellizca el cachete derecho de Florencia, porque está sentado a la derecha de Florencia y porque le gusta pellizcarle el cachete, que no es gordo pero es carnoso, ni muy fuerte ni muy suave se lo pellizca, hasta el momento en el que el cachete se separa de los dientes por completo, y hace un ruido específico, hace plt.
— Nada, es que ¿viste en el subte?, ¿viste que había dos chabones que tocaban carnavalito, que uno tocaba el charango y el otro el sikus, que a uno se le re notaba que era porteño o bonaerense y el otro sí parecía kolla de verdad?—Darío la mira, frunce el entrecejo, no sabe— Esos, boludo, esos que tocan la de “hoy estoy aquíiiii, máaañana me vooooy, páaaasadomañaaaana dónde me hallaré”…
—No, bueno, no sé quiénes son y no sé qué estás cantando, pero qué pasa
— Sí que sabés, los viste seguro
— Bueno, ¡no!, no sé, pero contá la anécdota, ¡por favor! La anéc-dota
— Es que me pone de la mente que me digas que no los viste, porque sí los viste, todos los vimos aunque sea una vez, preguntale a cualquier porteño medio, a cualquier hombre o mujer hasta el primer, segundo anillo del AMBA, todo el mundo los conoce. ¡Todos!
— Bueno, ¡no los vi!, perdón por no conocer la fauna de la ciudad de como vos, chica con calle, no vi a los putos carnavalistas, no-los-vi
— Buen, el tema es que hoy cuando venía para acá estaba el porteño pero no estaba más con el kolla, estaba con una chica gordita de anteojos, que me parece que es la novia.
— Ah, ¿y?
— Y nada más
— ¿Eso es todo? ¿y la anécdota?
— Esa es la anécdota
— No hay anécdota
— No, bueno, la anécdota es que van por el subte tocando carnavalitos, ¿entendés?, viven de eso, seguro—Darío la mira, levanta las dos cejas— ¡y es re lindo!, no lindo de romántico, o sí, de romántico pero en un sentido poco convencional, ¿entendés? Porque son dos hippies ellos, seguro
— ¿Querés ir a tocar por los subtes? ¿Tenés un charango en este momento en tu mochila?
— Buen, pero es que vos sos un forro, si no lo conocés al chabón la anécdota no tiene sentido, pero más allá de eso, ¿te das cuenta de que siempre, siempre, siempre, Darío, hacés lo mismo? Ante cualquier cosa que yo hago vos estás esperando más. No me pongas carita, ¿Te acordás en el casamiento de tu prima, que me pasaste a buscar por casa y me dijiste que mis zapatos tenían un taco demasiado alto, que parecía Gabriela Sabattini, y yo me los cambié y me dijiste que tenían un taco demasiado bajo, y que parecía la Bomba Tucumana? Ya sé lo que vas a decir, vas a decir que no es ejemplo pero sí es, y lo mismo se aplica a mis amigas, odiás a todas mis amigas: Gise te parece una tonta, Anita te parece una fea, Lula te parece una histérica, Tere te parece un pendeja. Con mi papá es igual, con mi mamá es igual, ¡con la relación entre ellos es igual! Todo te parece que está mal.
— Bueno, sí, me imagino. Me voy a bañar. Estoy harto de discutir esto. De verdad. Siempre encontrás la forma de que cualquier cosita derive en una bola innecesaria.
— No, no vayas todavía, estudiemos un rato más
— Pero vos no estudiás, vos pensás en los músicos del subte
— Y qué querés, me acordé. Me acordé y me acordé, no lo puedo evitar. Encima te estoy haciendo la gamba a vos, yo rindo en un mes, recién
— Ay, qué linda, como los hippies. Igual ni te calientes por mi parcial, mañana hago jornada extensiva con Lula, que justo está cursando esta, también.
— Lula, ¿Luciana?, ¿La gorda de tu trabajo que gusta de vos?
— Cortala con eso, no gusta de mí
— Ay, querido, es obvio, vos sos re lindo, todas gustan de vos. Yo si fuera esa gorda re gustaría de vos. Gusto de vos y soy flaca, ahí tenés la prueba.
— Ella no es gorda, tiene formas
— Pará, ¿Qué me querés decir con eso?
— Nada, sos de libro.
— Claro, sí, YO soy de libro
— Lo sos. Y no te rías así, me da miedo.
— Vos no
— Yo no. Yo me voy a bañar, y vos vas a terminar con el acting, y después vamos a ir a comer.
— Bueno, sí, perdoname
— No te victimices
— ¿Por qué me victimizo? ¿Porque te pido disculpas?
— Me voy a bañar, ¿me hacés un té?
— Bueno, el común
— No, verde
— Es un quilombo el verde, por favor, dejame que te haga el común
— Yo tomo verde— Bueno, ok. Verde —Darío ya está levantado de la silla, no tiene la remera puesta, no tuvo la remera puesta en ningún momento porque es verano y Darío no usa remera cuando está en su casa en verano. Florencia se acerca, lo abraza como colgándose pero en realidad es un simulacro de colgarse, porque Darío es apenas tres centímetros más alto que Florencia, si bien tiene el pelo muy enrulado que le suma unos tres centímetros más, y usa, por lo general, unas zapatillas Adidas azules con la suela gruesa, que le suman otros dos centímetros, pero en este momento Darío tiene puestas ojotas, hawaianas, nada de zapatillas Adidas y entonces la diferencia de altura no existe pero por algo Florencia precisa hacerla existir y para eso se pone en media punta, no se pone de puntas de pie por completo, para besarlo, y lo besa en la boca, agarrándose con los codos de los hombros de Darío, poniendo los codos en paralelo al cuello de Darío, depositando las manos cruzadas una sobre cada omóplato de Darío. Él la agarra de la cadera como si se tratara de una cadera más chica de lo que en verdad es, como si estuviese moldeando la cadera de una chica con huesos más pequeños que los de Florencia tiene, cierra los ojos y la besa también, para después abrir los ojos y que Florencia los vea bien, a Florencia le encantan los ojos de Darío y a todas las mujeres y a todas las chicas les encantan los ojos de Darío, sobre todo a su madre que cuando lo vio después de haber dado a luz por primera vez (Darío había sido su primer hijo, hacía ya 22 años de esto), dijo “es puro ojos” y la enfermera asintió, y después la madre agregó “azules como los de papá” (por su papá, el abuelo de Darío) y su madre (la abuela de Darío) asintió también, todos asentían pero nadie hablaba, salvo la madre que fue la gestora y la única con derecho a hablar, si Darío hubiese nacido por cesárea la historia hubiese sido distinta porque las madres que tienen hijos por cesárea no pueden hablar en las 48 horas posteriores a la intervención, pero Darío había nacido por parto natural, como un regalo de lo natural, y entonces su madre hablaba pero el resto de las personas no, eso es lo que pasa cuando nacen bebés hermosos y Darío era un hermoso bebé y un hermoso chico, casi adulto, y ahora Florencia lo mira como Darío quiso que lo hiciera cuando abrió los ojos premeditadamente, una acción chiquita pero premeditada, una operación estratégica mínima. Había pasado un año, tres meses, y nueve días desde la última operación estratégica de Darío para con Florencia: la operación había sido preguntarle si quería ser la novia, su novia exclusivamente, pensó la pregunta durante dos horas antes de verla, y resolvió que “¿te cabe la exclusividad?” sería un enunciado justo: amable pero sin demasiada exposición, comprometido pero sin ser meloso. Se abrazan durante dieciséis segundos más, ahora sin mirarse, y Darío se separa y va al baño. Florencia agarra un jarro metálico chico, abre la canilla y pone agua adentro del jarro, hasta llenarlo por la mitad. Después prende la hornalla con un magiclick y pone el jarro encima de la hornalla. Piensa todas estas acciones con cuidado porque la casa es de Darío, no la suya, y Florencia sólo puede hacer las cosas irreflexivamente cuando está en su casa, no podemos decir que esta conducta está por fuera de la conducta habitual, es lo que le pasa a la mayoría de la gente o al menos a la clase media, porque los pobres no tienen casa y por lo tanto ningún espacio es propio para ellos, la mayor parte de sus viviendas son transitorias y están habitadas por mucha gente que la mayoría de las veces no integra su núcleo familiar, y los ricos, bueno, creen (o más bien saben) que todo espacio podría pertenecerles y si no les pertenece es cuestión de tiempo o de suerte, el resto es trámite, de lo cual infieren que el espacio efectivamente les pertenece y actúan en consecuencia. Pero Florencia es una chica de clase media y entonces ahora está haciendo té verde para su novio de manera conciente, mentada. Saca de la alacena de debajo de la mesada un frasco transparente con tapa roja que dice “Té verde” y está escrito con marcador indeleble negro en una cinta adhesiva de papel. Florencia piensa en la neurosis de la madre de Darío, etiquetar frascos todo el tiempo,¿eso es vida?, piensa entonces en la neurosis de Darío, así sí, claro, todo cierra, y después se culpa y mueve la cabeza como diciendo “no, no” pero en realidad piensa “sí, sí” y entonces espera a escuchar la puerta del baño que se cierra, el ruido del agua de la ducha cayendo sobre la bañadera, ya está, agarra con la mano derecha un montoncito de hebras de té verde, lo vuelca adentro del jarro con agua que está encima de la hornalla, y en mucho menos tiempo de lo que tardamos en contar esto Florencia está sentada en la computadora de Darío, que siempre está encendida, y abre el historial de msn de Darío, que está escondido pero no tanto, después de una año, tres meses y nueve días nada puede estar demasiado escondido, o al menos eso piensa Florencia cuando se lanza sobre la computadora sabiendo que lo que busca es encotrable, y ahora está haciendo doble clic en donde leyó “lula_1980@hotmail.com”. Abre el archivo y lo lee. El agua que estaba en el jarro en la hornalla hierve al mismo tiempo que la ducha deja de sonar y ahí Florencia se levanta de la silla de enfrente a la computadora para que frene el hervor, va hasta la cocina, apaga la hornalla y vuelca el té sobre un colador de taza que está apoyado precisamente en donde corresponde. Abre la heladera, saca un limón del cajón de las verduras y corta un octavo del limón, lo aprieta con los dedos para verter su jugo en la taza de la que ya sacó el colador, y camina con la taza hasta el baño. Entra sin golpear y deja el té sobre el banitory y dice “Darío, tu té” y después dice “che, me llamó Gise. Acaban de internar al papá, tengo que ir a la casa ya. Abrime”. Darío le dice que cuál es el apuro, que si lo internaron, internado está, para qué correr ahora, que el podría acompañarla si el apuro no fuera tanto, que siempre tiene que ser la amiga de oro al pie del cañón y que por qué Gise no llamó a otra, a Anita, a Tere, a Lula, Lula que no es la del mail pero de golpe, para Florencia todas las Lula son la misma y entonces podría ahora, una vez que estas dos sílabas salieron de la boca de su novio, “Lu- la”, como el estribillo de alguna canción para chicos o como uh-lalá, quebrarse en el baño, ir bajando al suelo hasta quedar casi en posición fetal sobre las baldosas frías y ahora húmedas del baño en el que Darío acaba de darse una ducha, podría decirle por qué, Darío, tan pelotudo, por qué no me dijiste, por qué no lo hablamos, por qué no me di cuenta, por qué todos son iguales, todos como mi papá, calcados, al menos espero que hayas tenido la decencia de usar preservativo, sos un egoísta, por qué guardaste el historial, querías que me diera cuenta, como si no te diera bola pero te doy, te doy, te doy , te doy, te doy todo. En lugar de dar espacio a esa secuencia, Florencia insiste dale, boludo, tengo que estar ahí, entonces Darío camina hasta su cuarto con una toalla en que se anudó a la cadera y abre el placard de donde saca un short de baño, se lo pone, se calza las ojotas y acompaña a Florencia hasta la puerta de calle, dos pisos abajo por escalera. Florencia camina media cuadra y cuando llega a la esquina se da cuenta de que dejó abierto el archivo con la conversación de msn y entonces no puede ir hasta el parque, porque Darío va a saber que está en el parque, va a saber que leyó la conversación y va a ir a buscarla. En Sarmiento y Paraná, Florencia para un taxi, se sube, y le dice al taxista la dirección de su casa. No se tapa la cara con las manos, no llora, el taxi arranca.
Saturday, August 18, 2007
pollera con flores, remera cremita
En este tengo diez años y ya son las vacaciones de verano. Mi mamá me había llevado al trabajo con ella, una escuela para discapacitados mentales en donde era maestra especial. Me causa gracia decir “maestra especial”. La mayoría de los pupilos de la escuela eran gente grande con un origen bastante marginal en algunos casos o muy marginal en otros casos. Había: paralíticos cerebrales, parapléjicos cerebrales, hombres y mujeres con síndrome de Down, psicóticos y psicóticas. Los psicóticos eran grandotes, entonces frenarlos durante los brotes implicaba, para las maestras, volver a sus casas con un ojo morado, un golpe en la cadera. Sebastián era uno de los corpulentos, Sebastián Torres, que tenía dieciocho y una psicosis paranoica muy fuerte a pesar de toda la medicación. Su frase favorita era “no me mirés/ qué me mirás”. Estaba obligado a comer con cuchara, sin tenedor, porque a lo largo de varias semanas las maestras y los médicos de la escuela habían empezado a notar un síntoma recurrente en todos los internos, una marquita de cuatro puntos alineados perfecto en la frente.
El lugar era muy grande: tenía una huerta, una pileta de natación, un taller de carpintería, uno de cocina, uno de cerámica, un comedor con treinta mesas largas y todos los platos y los vasos, todos de plástico. Estaba la cocina, grande y con azulejos verdes como son todas las cocinas hospitalarias. También un pabellón en donde se apilaban con demasiada cercanía entre sí las camas marineras en donde dormían los internos. Todo unido por pasillos muy anchos que en determinado tramo se hacían finitos y oscuros. Yo me mantenía todo el tiempo cerca de mi mamá porque creía que si me perdía ahí podían pasarme cosas malas, cosas difíciles de contar o cosas que tuvieran que ver con que los internos me tomaran de rehén. Algo así.
Pero cuando fui estaba contenta porque Mamá me había dicho que íbamos a hacer papel. El calor era lindo, no era un calor como el de ahora que no te deja respirar. El sol estaba muy fuerte, ideal para que el papel se secara rápido. Yo tenía puesta una minifalda estampada con flores rojas y azules, los tallos verdes hacían el entramado base del estampado. La pollerita tenía una fila de cinco o seis botones adelante, botones como los de los pantalones de jean, de metal opaco. Las piernas hinchadas por el ballet se caían por abajo de la pollera, parecían de mujer. También tenía una remera color cremita muy liviana, todo un conjunto que había elegido yo misma como regalo de navidad de mi tía, en un simulacro de la adultez.
Hacer papel reciclado es una actividad gratificante, uno hace algo lindo sin mayor esfuerzo, y al tercer papel que se fabrica ya se tiene determinada conciencia sobre el diseño, sobre los factores que hay que hacer intervenir para que los colores se distribuyan de una forma pensada, acá el verde, acá el azul, acá un aplique de cartulina. Además está toda la parte de manipular la pulpa, de meter las dos manos en una palangana para tocar el papel con agua pasado por la procesadora y verificar que no hay grumos, que las proporciones están bien. Mientras hacíamos eso bajo las instrucciones de mi mamá, pasaban varias cosas: había una pareja de internos que agarraba la pulpa con la mano y se la hacía comer al de al lado, manchándole el pantalón de jogging o la remera. Era un juego tierno, una pareja en la que se notaba el amor. Experimentación compartida. Se reían mucho viendo la boca del otro llena de pulpa de papel, se reían y al mismo tiempo babeaban un poco y el de la pulpa le limpiaba la baba al otro con el puño. Había otro que sólo hacía la actividad a cambio del cigarrillo que le había prometido Mamá para después, un hombre con síndrome de Down que tenía como cincuenta años y unos anteojos súper gruesos y con cinta scotch en el medio, como los de la Chilindrina o como los del doctor Chapatín. También había una chica muy tetona vestida íntegramente de rosa que no hacía nada salvo mirar el sol. Yo charlaba con Sebastián sobre la navidad, los regalos que yo había recibido de mi familia y que él había recibido de Alderete, que era el que en ese momento manejaba el PAMI y había enviado camiones de plástico y muñecas, seguramente pensando que la escuela era de chicos o que los internos se divertían haciendo las mismas cosas que los chicos hacen.
-- ¡Ah!, y también esta pollera, ¿ves?, y esta remera
-- La remera no me gusta pero la pollera sí, tiene cosas
-- Son flores, nene. No son cosas, son flo-res
-- ¿Sí? ¿A ver?
-- Mirá, son rojas y azules-- Sebastián pasó el índice por el contorno del dibujo de una flor que estaba en mi pierna derecha, como dibujando.
-- Ajap. Mi camión es más cope que tu pollera
-- Mi remera es mucho más linda que la tuya. La tuya está toda sucia
-- Qué me mirás
-- No te estoy mirando
-- Mirta, tu hija me está mirando
--Victoria, no lo mires a Sebastián – dijo mi mamá, guiñándome el ojo izquierdo.
Estuvimos una hora y media haciendo el papel y lo pusimos a secar colgado de una soga de plástico, al sol. Después mi mamá fue a su gabinete a trabajar con algunos chicos usando la computadora, que era una adquisición reciente de la escuela, y yo me quedé afuera jugando en una trepadora gigante y muy linda, de madera, que tenía también un tobogán y una rampa con apliques de los que había que agarrarse para trepar hasta el tope del juego y desde ahí tirarse por el tobogán, que era más ancho que los normales al punto de que podían tirarse cuatro o cinco chicos a la vez, sin chocarse. Pero como en la escuela casi no había chicos, lo tenía todo entero para mí. Eran las tres de la tarde, la mayoría de los internos estaban durmiendo la siesta y el silencio ocupaba todo el parque, que era una manzana entera. Yo había estado jugando un rato largo así que paré un poco a descansar. Fui haciendo salticado hasta a una canilla que salía del piso pero que tenía más o menos mi altura, para mojarme el pelo y tomar agua. Como lo tenía re largo, hasta la cintura, puse la cabeza hacia abajo y me agaché. Después tiré todo el pelo hacia atrás, se me mojó la remera, me chorreó el agua por las piernas y me llegó hasta las zapatillas. Sin mucho cuidado puse las manos como formando un cuenco y junté agua ahí. Después me llevé las manos a la cara y mientras recuperaba la visión (me había entrado agua en los ojos y eso me había nublado un poco la vista, las formas de las cosas) vi a una persona que movía la mano lejos, a cincuenta metros de donde yo estaba. Era Sebastián, me llamaba desde el otro lado del alambrado de la huerta. Caminé hasta ahí y el pelo me seguía chorreando, ahora no sólo en la espalda sino también en los hombros, el pecho. Él estaba sentado en una silla a las sombra y en la cara tenía gotitas de transpiración.
-- ¿Te mojaste por el calor? – Hablaba entrecortado y respiraba fuerte, haciendo ruido como si recién terminara de correr.
-- Sí. Vos estás transpirado
-- No me mirés
-- No te miro
Nos miramos durante cuarenta y cinco segundos en silencio. Me hizo una seña con la mano para que me acercara, para que diera la vuelta y pasara al otro lado del alambrado. El aire no me corría del pecho a la garganta y no pude contestar.
El lugar era muy grande: tenía una huerta, una pileta de natación, un taller de carpintería, uno de cocina, uno de cerámica, un comedor con treinta mesas largas y todos los platos y los vasos, todos de plástico. Estaba la cocina, grande y con azulejos verdes como son todas las cocinas hospitalarias. También un pabellón en donde se apilaban con demasiada cercanía entre sí las camas marineras en donde dormían los internos. Todo unido por pasillos muy anchos que en determinado tramo se hacían finitos y oscuros. Yo me mantenía todo el tiempo cerca de mi mamá porque creía que si me perdía ahí podían pasarme cosas malas, cosas difíciles de contar o cosas que tuvieran que ver con que los internos me tomaran de rehén. Algo así.
Pero cuando fui estaba contenta porque Mamá me había dicho que íbamos a hacer papel. El calor era lindo, no era un calor como el de ahora que no te deja respirar. El sol estaba muy fuerte, ideal para que el papel se secara rápido. Yo tenía puesta una minifalda estampada con flores rojas y azules, los tallos verdes hacían el entramado base del estampado. La pollerita tenía una fila de cinco o seis botones adelante, botones como los de los pantalones de jean, de metal opaco. Las piernas hinchadas por el ballet se caían por abajo de la pollera, parecían de mujer. También tenía una remera color cremita muy liviana, todo un conjunto que había elegido yo misma como regalo de navidad de mi tía, en un simulacro de la adultez.
Hacer papel reciclado es una actividad gratificante, uno hace algo lindo sin mayor esfuerzo, y al tercer papel que se fabrica ya se tiene determinada conciencia sobre el diseño, sobre los factores que hay que hacer intervenir para que los colores se distribuyan de una forma pensada, acá el verde, acá el azul, acá un aplique de cartulina. Además está toda la parte de manipular la pulpa, de meter las dos manos en una palangana para tocar el papel con agua pasado por la procesadora y verificar que no hay grumos, que las proporciones están bien. Mientras hacíamos eso bajo las instrucciones de mi mamá, pasaban varias cosas: había una pareja de internos que agarraba la pulpa con la mano y se la hacía comer al de al lado, manchándole el pantalón de jogging o la remera. Era un juego tierno, una pareja en la que se notaba el amor. Experimentación compartida. Se reían mucho viendo la boca del otro llena de pulpa de papel, se reían y al mismo tiempo babeaban un poco y el de la pulpa le limpiaba la baba al otro con el puño. Había otro que sólo hacía la actividad a cambio del cigarrillo que le había prometido Mamá para después, un hombre con síndrome de Down que tenía como cincuenta años y unos anteojos súper gruesos y con cinta scotch en el medio, como los de la Chilindrina o como los del doctor Chapatín. También había una chica muy tetona vestida íntegramente de rosa que no hacía nada salvo mirar el sol. Yo charlaba con Sebastián sobre la navidad, los regalos que yo había recibido de mi familia y que él había recibido de Alderete, que era el que en ese momento manejaba el PAMI y había enviado camiones de plástico y muñecas, seguramente pensando que la escuela era de chicos o que los internos se divertían haciendo las mismas cosas que los chicos hacen.
-- ¡Ah!, y también esta pollera, ¿ves?, y esta remera
-- La remera no me gusta pero la pollera sí, tiene cosas
-- Son flores, nene. No son cosas, son flo-res
-- ¿Sí? ¿A ver?
-- Mirá, son rojas y azules-- Sebastián pasó el índice por el contorno del dibujo de una flor que estaba en mi pierna derecha, como dibujando.
-- Ajap. Mi camión es más cope que tu pollera
-- Mi remera es mucho más linda que la tuya. La tuya está toda sucia
-- Qué me mirás
-- No te estoy mirando
-- Mirta, tu hija me está mirando
--Victoria, no lo mires a Sebastián – dijo mi mamá, guiñándome el ojo izquierdo.
Estuvimos una hora y media haciendo el papel y lo pusimos a secar colgado de una soga de plástico, al sol. Después mi mamá fue a su gabinete a trabajar con algunos chicos usando la computadora, que era una adquisición reciente de la escuela, y yo me quedé afuera jugando en una trepadora gigante y muy linda, de madera, que tenía también un tobogán y una rampa con apliques de los que había que agarrarse para trepar hasta el tope del juego y desde ahí tirarse por el tobogán, que era más ancho que los normales al punto de que podían tirarse cuatro o cinco chicos a la vez, sin chocarse. Pero como en la escuela casi no había chicos, lo tenía todo entero para mí. Eran las tres de la tarde, la mayoría de los internos estaban durmiendo la siesta y el silencio ocupaba todo el parque, que era una manzana entera. Yo había estado jugando un rato largo así que paré un poco a descansar. Fui haciendo salticado hasta a una canilla que salía del piso pero que tenía más o menos mi altura, para mojarme el pelo y tomar agua. Como lo tenía re largo, hasta la cintura, puse la cabeza hacia abajo y me agaché. Después tiré todo el pelo hacia atrás, se me mojó la remera, me chorreó el agua por las piernas y me llegó hasta las zapatillas. Sin mucho cuidado puse las manos como formando un cuenco y junté agua ahí. Después me llevé las manos a la cara y mientras recuperaba la visión (me había entrado agua en los ojos y eso me había nublado un poco la vista, las formas de las cosas) vi a una persona que movía la mano lejos, a cincuenta metros de donde yo estaba. Era Sebastián, me llamaba desde el otro lado del alambrado de la huerta. Caminé hasta ahí y el pelo me seguía chorreando, ahora no sólo en la espalda sino también en los hombros, el pecho. Él estaba sentado en una silla a las sombra y en la cara tenía gotitas de transpiración.
-- ¿Te mojaste por el calor? – Hablaba entrecortado y respiraba fuerte, haciendo ruido como si recién terminara de correr.
-- Sí. Vos estás transpirado
-- No me mirés
-- No te miro
Nos miramos durante cuarenta y cinco segundos en silencio. Me hizo una seña con la mano para que me acercara, para que diera la vuelta y pasara al otro lado del alambrado. El aire no me corría del pecho a la garganta y no pude contestar.
Wednesday, August 15, 2007
Sunday, August 05, 2007
campeón 82- subcampeón 83- campeón 84
Esa chica que ahora se está bañando en las dichas de Ferro. Y que viene de hacer caños en el gimnasio de Ferro. Y que coqueteó hace 20 minutos con el instructor del gimnasio de Ferro, que para ser instructor en un gimnasio, es piola. Por ejemplo: esta mañana eligió para ponerse la remera negra de La Renga, que le resalta los ojos azules pero gentiles y que con el pelo rubio, largo, enrulado, hace que dé buen pibe, lo cual sería muy raro en el instructor de un gimnasio comercial, pero es menos raro en el instructor de un gimnasio de club, menos aún si el club es barrial, y menos si el barrio es Caballito.
Ella entró al gimnasio a las nueve y agarró su ficha de ejercicios y pesos de un fichero que está arriba de un viejo escritorio que está a cinco metros de la puerta y frente a la misma. El instructor, en ese momento, estaba acomodando las colchonetas de espaldas a la entrada, así que no la vio entrar, pero se dio vuelta a tiempo para verla buscar la ficha en el fichero, verla sacar la ficha del fichero y caminar hasta el fichero saludándola con los ojos y sonrisa de buen pibe que siguió para profe de educación física porque le gustan los chicos, el deporte y el sol. No por eso vamos a decir que es un tarado, yo no lo diría y menos que yo Florencia, que se llama así al igual que el 47% de las chicas de Caballito que nacieron en un intervalo de cinco años alrededor del año en el que nació Florencia, palabra, que fue en 1989, justo antes de que asumiera Menem, candidato al que los padres de Florencia no votaron porque son caballitenses de verdad, y los caballitenses de verdad parecen uruguayos, o eso creen, de lo contrario a nadie se le hubiera ocurrido poner una chivitería uruguaya en frente de la casa base de Ferro, y los uruguayos son progres, y si no son progres al menos son gorilas. Los papás de Florencia conocen a los papás del instructor, que claramente se llama Pablo Mariano, Pablo para los amigos, y los amigos son muchos, y sus padres conocen a los padres de Pablo y también a los de Florencia porque todos esos padres pasaron por el PI, lo cual implica que necesariamente nacieron en Caballito todos ellos o bien se mudaron de muy pequeños, lo suficiente como para asistir a la escuela primaria en Caballito, egresar, tirarse huevos en la puerta de la escuela y después ayudar a la portera a limpiarla y después ingresar a un colegio secundario como el Hipólito Vieytes o el Huergo o el Nacional 17 o el Normal 4 o el Liceo 7 o el Marianista o el Santa Unión o el Santa Brígida en el mejor de los casos, o el Regina Virginum en el peor de los casos. En cualquier caso, muchos de ellos fueron después a la facultad, a alguna facultad, y el que no fue a estudiar fue a militar, y la mayoría de los que fueron a militar terminaron a la larga estudiando, en cualquier caso la mesa de la Franja ya estaba ahí, y estar en la Franja no estaba mal, todavía, porque la Franja era negociadora pero no era corrupta o si era corrupta no se sabía, y lo mismo era política sin ser matona y si era matona no se sabía tampoco, o al menos no se sabía tanto.
ENTONCES, que a nadie le llame mucho la atención que Pablo y Florencia vivan en Caballito, aunque en unos cinco años se muden a Palermo pero vuelvan después a los diez años como los hijos pródigos que son todos los caballitenses, que Florencia vaya a Ferro y en este momento se esté lavando el pelo con Dove hidratación múltiple, y que ahora apure el enjuague porque tiene que llegar en un rato a Agronomía para cursar una materia del CBC de medicina, una carrera que sigue mucha gente, y entre esa gente muchas mujeres, pero más que nada muchas chicas y entre esas muchas chicas, chicas como Florencia que no es gorda pero tampoco es un palo de ajonjolí, que no es petisa porque ni ahí, pero tampoco es alta, ni rubia ni pelirroja ni morocha ni teñida, una linda chica, fea no es porque no hay chicas feas en Caballito. Y resulta que a Pablo le gustan las chicas así, que no son ni gordas ni flacas ni teñidas ni pobres ni ricas ni intelectuales ni tontas, porque las tontas y las teñidas viven en Belgrano R., eso piensa Pablo, la pobres están en Constitución, en la parte fea de Constitución, eso también lo piensa Pablo y no vamos a ocultarlo, y porque al final, las chicas que valen la pena no son chicas, son pibas, y no por nada a la mamá de Pablo le decían así cuando llenaba las carteleras de Agronomía con afiches del PI, la Piba del PI, una buena piba como Florencia, que no levanta pancartas pero igual podría haber sido la Piba del PI de no haber nacido cuando moría la inclusión social. La prueba de esto está en que a la mamá de Pablo, Florencia le caería muy bien y de hecho mientras Florencia hacía cuadriceps a las 9:13 AM, a Pablo se le cruzó por la cebeza pensar “es mi novia”, una falacia porque Florencia no era, no es la novia, pero en realidad podría serlo, toda verdad es una cuestión de gradación, y se podría haber reído pero no se rió porque era muy temprano, pero a pesar de eso hizo algo similar a reírse o sonreírse que es pensar en cosas lindas, tranquilizadoras, y entonces pensó por ahí esto puede llegar a buen puerto, buen puerto, buen pibe, buena piba, todo es bueno en Caballito, todo es en el medio, todo es moderado, todo es blanco como la piel de los caballitenses, todo es verde como los sellos de los partidos progresistas, los partidos ecologistas no son progresistas pero los partidos progresistas tienen sello verde, todos los Pablos son libres de invitar a las Florencias a una cerveza, y cuando Florencia salga del vestuario con el pelo sin se que se acabe de secar, Pablo va a hacer como que se le cruza por accidente y la va a invitar.
Saturday, August 04, 2007
!
Taller/Shampoo de Escritura Creativa
Coordinado por Esteban Schmidt
Duración: tres meses.
Palermo, altura Plaza Italia
Martes a las 19.30
Comienza el 4 de septiembre
(comunicarse a estebanamadeo@hotmail.com )
Thursday, August 02, 2007
Diez años de La Gesta. Hace unos días (dos meses) vengo pensando que mi mito generacional y barrial (caballitense) se construye desde ahí, y pasando por acá: un mito sobre la muerte de la política pero como siempre, político. Chacho con el discurso anticorrupción y siempre a la vanguardia, esta vez, augurando las ONGs y los Cuadros Técnicos. Una generación que no se banca la política , pero al menos conciente (bah, digo) de que no se la banca. Algo es algo.
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