Sunday, August 19, 2007

Florencia leyendo de una fotocopia anillada de seis centímetros de grosor

Un resaltador amarillo, un regla, un cuaderno al lado de la fotocopia anillada. La fotocopia dice “Aprendiendo a Trabajar, por Paul Willis” y en la hoja del cuaderno dice “De qué estás hablando, Willis”, y al lado hay una carita feliz. Darío hace menos espamento con su bibliografía. Tiene cinco hojas fotocopiadas y abrochadas, que lee y de las cuales subraya las partes que él supone más importantes con una birome negra. Florencia se cuelga: mira el reloj de pared de la cocina, una cocina larga y finita de un departamento que no es ni grande ni chico y está muy cerca del Parque, en Panamá y Sarmiento, a dos cuadras yendo por Sarmiento. Pero en realidad no mira el reloj, pareciera que lo mira pero no mira nada.

— ¿Qué pasa, culo?—dice Darío, y pellizca el cachete derecho de Florencia, porque está sentado a la derecha de Florencia y porque le gusta pellizcarle el cachete, que no es gordo pero es carnoso, ni muy fuerte ni muy suave se lo pellizca, hasta el momento en el que el cachete se separa de los dientes por completo, y hace un ruido específico, hace plt.
— Nada, es que ¿viste en el subte?, ¿viste que había dos chabones que tocaban carnavalito, que uno tocaba el charango y el otro el sikus, que a uno se le re notaba que era porteño o bonaerense y el otro sí parecía kolla de verdad?—Darío la mira, frunce el entrecejo, no sabe— Esos, boludo, esos que tocan la de “hoy estoy aquíiiii, máaañana me vooooy, páaaasadomañaaaana dónde me hallaré”…
—No, bueno, no sé quiénes son y no sé qué estás cantando, pero qué pasa
— Sí que sabés, los viste seguro
— Bueno, ¡no!, no sé, pero contá la anécdota, ¡por favor! La anéc-dota
— Es que me pone de la mente que me digas que no los viste, porque sí los viste, todos los vimos aunque sea una vez, preguntale a cualquier porteño medio, a cualquier hombre o mujer hasta el primer, segundo anillo del AMBA, todo el mundo los conoce. ¡Todos!
— Bueno, ¡no los vi!, perdón por no conocer la fauna de la ciudad de como vos, chica con calle, no vi a los putos carnavalistas, no-los-vi
— Buen, el tema es que hoy cuando venía para acá estaba el porteño pero no estaba más con el kolla, estaba con una chica gordita de anteojos, que me parece que es la novia.
— Ah, ¿y?
— Y nada más
— ¿Eso es todo? ¿y la anécdota?
— Esa es la anécdota
— No hay anécdota
— No, bueno, la anécdota es que van por el subte tocando carnavalitos, ¿entendés?, viven de eso, seguro—Darío la mira, levanta las dos cejas— ¡y es re lindo!, no lindo de romántico, o sí, de romántico pero en un sentido poco convencional, ¿entendés? Porque son dos hippies ellos, seguro
— ¿Querés ir a tocar por los subtes? ¿Tenés un charango en este momento en tu mochila?
— Buen, pero es que vos sos un forro, si no lo conocés al chabón la anécdota no tiene sentido, pero más allá de eso, ¿te das cuenta de que siempre, siempre, siempre, Darío, hacés lo mismo? Ante cualquier cosa que yo hago vos estás esperando más. No me pongas carita, ¿Te acordás en el casamiento de tu prima, que me pasaste a buscar por casa y me dijiste que mis zapatos tenían un taco demasiado alto, que parecía Gabriela Sabattini, y yo me los cambié y me dijiste que tenían un taco demasiado bajo, y que parecía la Bomba Tucumana? Ya sé lo que vas a decir, vas a decir que no es ejemplo pero sí es, y lo mismo se aplica a mis amigas, odiás a todas mis amigas: Gise te parece una tonta, Anita te parece una fea, Lula te parece una histérica, Tere te parece un pendeja. Con mi papá es igual, con mi mamá es igual, ¡con la relación entre ellos es igual! Todo te parece que está mal.
— Bueno, sí, me imagino. Me voy a bañar. Estoy harto de discutir esto. De verdad. Siempre encontrás la forma de que cualquier cosita derive en una bola innecesaria.
— No, no vayas todavía, estudiemos un rato más
— Pero vos no estudiás, vos pensás en los músicos del subte
— Y qué querés, me acordé. Me acordé y me acordé, no lo puedo evitar. Encima te estoy haciendo la gamba a vos, yo rindo en un mes, recién
— Ay, qué linda, como los hippies. Igual ni te calientes por mi parcial, mañana hago jornada extensiva con Lula, que justo está cursando esta, también.
— Lula, ¿Luciana?, ¿La gorda de tu trabajo que gusta de vos?
— Cortala con eso, no gusta de mí
— Ay, querido, es obvio, vos sos re lindo, todas gustan de vos. Yo si fuera esa gorda re gustaría de vos. Gusto de vos y soy flaca, ahí tenés la prueba.
— Ella no es gorda, tiene formas
— Pará, ¿Qué me querés decir con eso?
— Nada, sos de libro.
— Claro, sí, YO soy de libro
— Lo sos. Y no te rías así, me da miedo.
— Vos no
— Yo no. Yo me voy a bañar, y vos vas a terminar con el acting, y después vamos a ir a comer.
— Bueno, sí, perdoname
— No te victimices
— ¿Por qué me victimizo? ¿Porque te pido disculpas?
— Me voy a bañar, ¿me hacés un té?
— Bueno, el común
— No, verde
— Es un quilombo el verde, por favor, dejame que te haga el común
— Yo tomo verde— Bueno, ok. Verde —Darío ya está levantado de la silla, no tiene la remera puesta, no tuvo la remera puesta en ningún momento porque es verano y Darío no usa remera cuando está en su casa en verano. Florencia se acerca, lo abraza como colgándose pero en realidad es un simulacro de colgarse, porque Darío es apenas tres centímetros más alto que Florencia, si bien tiene el pelo muy enrulado que le suma unos tres centímetros más, y usa, por lo general, unas zapatillas Adidas azules con la suela gruesa, que le suman otros dos centímetros, pero en este momento Darío tiene puestas ojotas, hawaianas, nada de zapatillas Adidas y entonces la diferencia de altura no existe pero por algo Florencia precisa hacerla existir y para eso se pone en media punta, no se pone de puntas de pie por completo, para besarlo, y lo besa en la boca, agarrándose con los codos de los hombros de Darío, poniendo los codos en paralelo al cuello de Darío, depositando las manos cruzadas una sobre cada omóplato de Darío. Él la agarra de la cadera como si se tratara de una cadera más chica de lo que en verdad es, como si estuviese moldeando la cadera de una chica con huesos más pequeños que los de Florencia tiene, cierra los ojos y la besa también, para después abrir los ojos y que Florencia los vea bien, a Florencia le encantan los ojos de Darío y a todas las mujeres y a todas las chicas les encantan los ojos de Darío, sobre todo a su madre que cuando lo vio después de haber dado a luz por primera vez (Darío había sido su primer hijo, hacía ya 22 años de esto), dijo “es puro ojos” y la enfermera asintió, y después la madre agregó “azules como los de papá” (por su papá, el abuelo de Darío) y su madre (la abuela de Darío) asintió también, todos asentían pero nadie hablaba, salvo la madre que fue la gestora y la única con derecho a hablar, si Darío hubiese nacido por cesárea la historia hubiese sido distinta porque las madres que tienen hijos por cesárea no pueden hablar en las 48 horas posteriores a la intervención, pero Darío había nacido por parto natural, como un regalo de lo natural, y entonces su madre hablaba pero el resto de las personas no, eso es lo que pasa cuando nacen bebés hermosos y Darío era un hermoso bebé y un hermoso chico, casi adulto, y ahora Florencia lo mira como Darío quiso que lo hiciera cuando abrió los ojos premeditadamente, una acción chiquita pero premeditada, una operación estratégica mínima. Había pasado un año, tres meses, y nueve días desde la última operación estratégica de Darío para con Florencia: la operación había sido preguntarle si quería ser la novia, su novia exclusivamente, pensó la pregunta durante dos horas antes de verla, y resolvió que “¿te cabe la exclusividad?” sería un enunciado justo: amable pero sin demasiada exposición, comprometido pero sin ser meloso. Se abrazan durante dieciséis segundos más, ahora sin mirarse, y Darío se separa y va al baño. Florencia agarra un jarro metálico chico, abre la canilla y pone agua adentro del jarro, hasta llenarlo por la mitad. Después prende la hornalla con un magiclick y pone el jarro encima de la hornalla. Piensa todas estas acciones con cuidado porque la casa es de Darío, no la suya, y Florencia sólo puede hacer las cosas irreflexivamente cuando está en su casa, no podemos decir que esta conducta está por fuera de la conducta habitual, es lo que le pasa a la mayoría de la gente o al menos a la clase media, porque los pobres no tienen casa y por lo tanto ningún espacio es propio para ellos, la mayor parte de sus viviendas son transitorias y están habitadas por mucha gente que la mayoría de las veces no integra su núcleo familiar, y los ricos, bueno, creen (o más bien saben) que todo espacio podría pertenecerles y si no les pertenece es cuestión de tiempo o de suerte, el resto es trámite, de lo cual infieren que el espacio efectivamente les pertenece y actúan en consecuencia. Pero Florencia es una chica de clase media y entonces ahora está haciendo té verde para su novio de manera conciente, mentada. Saca de la alacena de debajo de la mesada un frasco transparente con tapa roja que dice “Té verde” y está escrito con marcador indeleble negro en una cinta adhesiva de papel. Florencia piensa en la neurosis de la madre de Darío, etiquetar frascos todo el tiempo,¿eso es vida?, piensa entonces en la neurosis de Darío, así sí, claro, todo cierra, y después se culpa y mueve la cabeza como diciendo “no, no” pero en realidad piensa “sí, sí” y entonces espera a escuchar la puerta del baño que se cierra, el ruido del agua de la ducha cayendo sobre la bañadera, ya está, agarra con la mano derecha un montoncito de hebras de té verde, lo vuelca adentro del jarro con agua que está encima de la hornalla, y en mucho menos tiempo de lo que tardamos en contar esto Florencia está sentada en la computadora de Darío, que siempre está encendida, y abre el historial de msn de Darío, que está escondido pero no tanto, después de una año, tres meses y nueve días nada puede estar demasiado escondido, o al menos eso piensa Florencia cuando se lanza sobre la computadora sabiendo que lo que busca es encotrable, y ahora está haciendo doble clic en donde leyó “lula_1980@hotmail.com”. Abre el archivo y lo lee. El agua que estaba en el jarro en la hornalla hierve al mismo tiempo que la ducha deja de sonar y ahí Florencia se levanta de la silla de enfrente a la computadora para que frene el hervor, va hasta la cocina, apaga la hornalla y vuelca el té sobre un colador de taza que está apoyado precisamente en donde corresponde. Abre la heladera, saca un limón del cajón de las verduras y corta un octavo del limón, lo aprieta con los dedos para verter su jugo en la taza de la que ya sacó el colador, y camina con la taza hasta el baño. Entra sin golpear y deja el té sobre el banitory y dice “Darío, tu té” y después dice “che, me llamó Gise. Acaban de internar al papá, tengo que ir a la casa ya. Abrime”. Darío le dice que cuál es el apuro, que si lo internaron, internado está, para qué correr ahora, que el podría acompañarla si el apuro no fuera tanto, que siempre tiene que ser la amiga de oro al pie del cañón y que por qué Gise no llamó a otra, a Anita, a Tere, a Lula, Lula que no es la del mail pero de golpe, para Florencia todas las Lula son la misma y entonces podría ahora, una vez que estas dos sílabas salieron de la boca de su novio, “Lu- la”, como el estribillo de alguna canción para chicos o como uh-lalá, quebrarse en el baño, ir bajando al suelo hasta quedar casi en posición fetal sobre las baldosas frías y ahora húmedas del baño en el que Darío acaba de darse una ducha, podría decirle por qué, Darío, tan pelotudo, por qué no me dijiste, por qué no lo hablamos, por qué no me di cuenta, por qué todos son iguales, todos como mi papá, calcados, al menos espero que hayas tenido la decencia de usar preservativo, sos un egoísta, por qué guardaste el historial, querías que me diera cuenta, como si no te diera bola pero te doy, te doy, te doy , te doy, te doy todo. En lugar de dar espacio a esa secuencia, Florencia insiste dale, boludo, tengo que estar ahí, entonces Darío camina hasta su cuarto con una toalla en que se anudó a la cadera y abre el placard de donde saca un short de baño, se lo pone, se calza las ojotas y acompaña a Florencia hasta la puerta de calle, dos pisos abajo por escalera. Florencia camina media cuadra y cuando llega a la esquina se da cuenta de que dejó abierto el archivo con la conversación de msn y entonces no puede ir hasta el parque, porque Darío va a saber que está en el parque, va a saber que leyó la conversación y va a ir a buscarla. En Sarmiento y Paraná, Florencia para un taxi, se sube, y le dice al taxista la dirección de su casa. No se tapa la cara con las manos, no llora, el taxi arranca.

16 comments:

Anonymous said...

pará m´hija que no tenemos tiempo de leer.

Anonymous said...

Está más o menos bueno. Me costó terminarlo, pero cuando lo terminás está bueno.

saludos

Anonymous said...

Tambien opino que está más o menos bueno
Los hombres somos todos iguales



deberían saberlo

marina k said...

escelente

Nahuel said...

ayer alguien me leyo esto, y me quede pensando en secuencias de mi vida en los que mi mente volaba y se alejaba cada ves mas de la realidad que acontesia a mi alrededor, hasta que en un instante volvia y la realidad seguia su curso. que lindoe s irse por las ramas felicitaciones

Anonymous said...

beautiful!

moret said...

el di�logo entre ellos, la victimizaci�n, espiar viejos archivos de msn, todo todo me dio mucho deja vu

muy bueno, saludos

ivana gonzález said...

ayer en la facultad llega marina k
que resulta ser mi profe de escritura
y lee tu cuento
y todos decimos
marina k que buen cuento trajiste
danos el blog
asi que pasamos y decidimos agregar este blog a nuestro blog para continuar leyendo sus lindos escritos señorita exploradora.
besos
ivana

Barna said...

Extraño e intrigante su blog. Volveremos por estos pagos (notese el royal "we").

hablasballena said...

(carita sonrisa) Hola!
Me gustó mucho el cuentito.
Escribís que es incansable leer.
Me gusta cuando el le toma el cachete y le dice "culo" (carita carcajada)
exitos, beso

mau

sol said...

ey, gracias a todxs. no saben el miedo que me da todo esto de la prosa, así que todos estos comentarios son archirecontrabienrecibidos(valorados). y de moret! y de kogan! las Promesas!!!!!!!!!se los mostraría a mi mammá

Anonymous said...

mucho me gusto

Nerd Progre said...

me gustaria que separaras los parrafos...

al ser todo un choclo larguisimo me canse de tener que fijar la vista y perderme varias veces.

El [enter] no muerde, y separar los parrafos hasta sirve para separar las ideas...

Salute
Fernando

sol said...

ok, decime dónde iría un punto y aparte y crearemos párrafos y los separaremos. salute!

Unknown said...

Uff! lo venía mirando de reojo por varios días. Por suerte lo leí!

De alguna manera te vas dando cuenta de que ESTA TODO MAL antes de que pase.

Entonces me preguntaba, ¿Por qué? ¿Por qué por qué siguen juntos? y después, con menos énfasis: ¿Eso es lo que tiene que ser una pareja? ¿eso es todo?

Cuando lee el historial es como cuando te cortas tan rápido que ves la sangre antes de sentir el dolor...
también es excelente como manejaste el tema de no entrar en tecnicismos sobre el mail, el historial, como y por qué se quedan grabadas las cosas... yo no hubiera podido eludir una aclaración técnica e innecesaria.

El final es doloroso... pero apropiado... tal vez es el final más feliz que ellos pudieran llegar a tener...

Por si no quedo claro
¡Me gustó!

Anonymous said...

aajjjjjjjjjjjjjjjjjjj!!!!!!!!