Sunday, December 02, 2007

¿Dónde se encuentra ahora el bosque en el que el ser humano pueda probar que es posible vivir en libertad fuera de las formas congeladas de la sociedad? Debo responder: en ninguna parte.

Una carta de despedida hecha pedazos

Me preguntan por qué. Les voy a contestar. Porque estoy cansado de vivir. Cansado de vivir en este mundo de pequeños perros, de pequeños sentimientos, de pequeñas satisfacciones. Se debe estar contento, pero yo no quiero estarlo. No quiero estar satisfecho como un perrito. No hay nada tan repugnante como cuando los perros regresan a casa después de haber vivido sus perrunas aventuras. Yo he sido un perro grande. Pero ni siquiera uno de los grandes quiero ser, aunque siempre es mejor que ser un perrito insignificante. No hay otra opción que ser un perro grande o un perro pequeño.
He sido un perro grande porque los engañé a todos ustedes. También he sido un perro pequeño puesto que en parte me he engañado a mí mismo. en el pequeño mundo de los perros todos nos engañamos a nosotros mismos. En el pequeño mundo de los perros todos soñamos en aventuras perrunas. Pero ante la más grande de las aventuras nos acobardamos. Tenemos miedo, pánico, de vivir puros, que es la única aventura que merece emprenderse. En el pequeño mundo de los perros la indecencia es peor que inmoral. En él no se sabe que sólo existe una cosa inmoral: pretender hacer daño a los demás con plena conciencia de lo que se va a hacer. En el pequeño mundo de los perros, la pasiva maldad es más activa que la bondad.
En el pequeño mundo de los perros todos somos jugadores tramposos. En el pequeño mundo de los perros hacemos las cosas sólo porque sí. Por hacer algo alimentamos a los perros con trocitos de nuestros sentimientos. Por decir algo decimos amar a cada perrito pequeño que vemos. Por eso nadie puede amar de verdad en el pequeño mundo de los perros. Por eso no hay nada de verdad en el pequeño mundo de los perros. Ni siquiera la falsedad. En el pequeño mundo de los perros incluso los jugadores tramposos hacen trampa al hacer sus trampas. En el pequeño mundo de los perros no se necesita creer a nadie. Por eso nunca se tiene a nadie. Si tenemos a alguien lo tenemos porque sí, porque en el pequeño mundo de los perros todo lo que ocurre es así.
En el pequeño mundo de los perros los perros viejos no tienen nada que decir a los perros jóvenes. Si tuvieran algo que decir tampoco se atreverían a decirlo, pues en el pequeño mundo de los perros nadie está seguro, ni cree en lo que él mismo dice. Ni siquiera la mentira es auténtica mentira. En el pequeño mundo de los perros mienten las verdades y dicen verdades las mentiras. Por eso todo es igualmente cierto e igualmente falso. Por eso creeríamos ambas cosas si en el pequeño mundo de los perros hubiera algo en lo que nos atreviésemos a creer.
En el pequeño mundo de los perros nadie es feliz, pero tampoco nadie es desgraciado. La forma más común de felicidad es la indiferencia. Los sentimientos más generalizados son ridículos. Los pensamientos todavía lo son mucho más. En el pequeño mundo de los perros no se llega a comprender nunca que lo que hace que la situación de los perros sea insoportable, es que el discernimiento de éstos puede analizarla.
En el pequeño mundo de los perros todo el mundo podría vivir como quisiera si por lo menos supiera lo que quiere. En el pequeño mundo de los perros nadie se atreve a hacer caso de lo que se cree que se quiere porque dentro de cada uno hay un falso traidor. Sólo hay una cosa que se quiera de veras. Y es transformarse en otro. Cuando uno se ha transformado en ese otro, en seguida se quiere transformar en otro. En el pequeño mundo de los perros todo cambia. Incluso las piedras. Sobre las piedras de la honradez se ponen las de la deshonra. Incluso las máscaras cambian de máscara. A cambiar de máscara le llaman desenmascararse. Uno se avergüenza de vivir en el pequeño mundo de los perros. Si no se avergonzara también de morir, muchos lo harían. Incluso avergonzarse resulta vergonzoso en el pequeño mundo de los perros.
La única esperanza que les queda a los que se aburren en el pequeño mundo de los perros, es llegar a ser perros grandes. La única ventaja que tiene ser un perro grande en el pequeño mundo de los perros, es que no le da a uno vergüenza morir. Pero lo que no se puede evitar es avergonzarse de vivir, sobre todo si se es un perro grande.

(de Stig Dagerman, en Niño quemado, 1948)

1 comment:

Unknown said...

Está buenísimo,
pero avisá antes de quien es.

¡Pensé que era tuyo!