estudio sociología pero no me gusta la gente

Ayer cené con mi amiga M. y mi amigo ocasional S. S. vino al mismo colegio que yo, pero es unos años más grandes. M. tiene un chico nuevo. Si el chico se acuesta en el suelo su living, cuenta M., ocupa la mitad del espacio, y por lo tanto si una persona quisiera pasar de la puerta al balcón, debería hacerlo pisando el sofá, ya que la otra mitad del espacio libre está ocupada por una mesa. Mide como dos metros por ochenta centímetros de acho, y si la agarra del brazo a M., puede amoretonarla al instante. Es como el Joven Manos de Tijeras en la escena en la que no puede abrazar a Winona Ryder. Le pregunto: ¿es macizo?, me responde que sí. ¿Pero cuán macizo? Quiero decir: si se apoyara sobre esta pared y comenzara a golpear rítmicamente la cola y la espalda contra la misma, ¿le sacaría sonidos?, ¿la haría vibrar? Exactamente, me contesta M.
Volvieron juntos de un asado en colectivo y él se bajó muchas paradas después, a propósito, así que M. lo invitó a su casa y ... “Es re bailarín, me encanta eso”, dice M., y yo me imagino a King Kong con el pelo de Valderrama bailando todo el tiempo con las manos arriba de un lado para el otro una canción del Síbolo y diciendo “hola hola hola hola hooooooolaaa hoollaaaaa”. Les cuento esta imagen y S. la comparte. Nos reímos los tres.

Después de bastante vino, M. me pasó información altamente confidencial sobre cierta persona que sin querer interviene sobre la vida de otra persona que S. conoce, entonces S. dijo “preferiría no haberme enterado” , pero bueno, ese es el costo de las verdadecitas que los chismes aportan. Escuchamos Cat Power y en la terraza que hay a veinticinco metros en horizontal y 20 en vertical de la de M., estaban en una despedida de solteros (o pre- despedida de solteros, porque cantaban una canción que decía “borón-bombón/ la despedida/ la hacmos hoy”). Podían ser rugbiers, porque saltaban saltaban y se abrazaban todo el tiempo, pero uno de ellos tenía el buzo de Ferro de fútbol, así que no.

A eso de las tres o dos y media caímos - responsabilidad de Marina, not mine- en una fiesta de Los Irrompibles en un local del PS, porque ellos ya no tienen local, y nos encontramos con un joven narrador que me trató malísimamenete mal sin ninguna razón aparente, aunque sospecho que si la música hubiese sido mejor y más variada que una seguidilla eterna de ritmos americanistas, el chico hubiese guardado silencio y no hubiese habido ningún altercado en el que me dijeran vieja y aburrida.

A las cuatro decidimos irnos y al barder-blogger en cuestión no lo saludé.