Bueno, el temita del e- voto. En el minipost de acá abajo dije que podría ser una forma de "frenar" ciertos mecanismos clientelares. Lo cierto es que acá hay varios temas, que requieren dar cuenta de lo enorme del objeto de posteo y la necesidad de acotarlo: en el debate del año, yo estaba con los que decían que el clientelismo no define una elección. Pero estamos tan acostumbrados a escuchar a los analistas de la tele hablando de si " el aparato blablhista...", que en las buenas intenciones clasemedieras y libertarias del comentador no llegamos a entrever que nos está hablando del pobre (y atenti que sólo del pobre) como una especie de animalito desideologizado que se rige por patrones estímulo- respuesta del estilo "pañales->duhalde"/ "pan dulce ->menem". Entonces, decía que yo parto de tener en cuenta que el nivel de "compromiso cívico", si se quiere, no depende de la clase.Y en la medida en la que tenés esto en cuenta, el clientelismo y la labor punteril se abren en un abanico inmenso y las decisiones de una persona pobre a la hora de votar se vuelven precisamente eso, decisiones. Decisiones estratégicas. Al amparo de esta idea está Denis Merklen, que es menos conocido que Auyero pero viene laburando el tema asentamientos desde hace ya mucho tiempo. Y laburando bien. Con "bien" quiero decir que hace lo que cualquier sociólogo sueña con hacer: la combinación perfecta entre campo y teoría. Y con "hacer lo que cualquier sociólogo sueña con hacer" quiero decir que si se afeitara el bigote, me casaría con él. Pero más allá de las ocultas pasiones académicas (porque de última soy jipi y sostengo que en todo trabajo que nos representa está Eros, y todos queremos que nos quieran, y si queremos plata es para que nos quieran más y así, el mundo para bien o para mal se rige por esta lógica), resumo: el clientelismo en sí mismo no se puede calificar desde categorías éticas ni morales. Por lo pronto, implica contención y no define elecciones.
Salvada esta aclaración, una anécdota: resulta que hace ya unas semanas yo tengo esta misma discusión con un chico, muy librepensante él, muy inteligente pero medio gorilazo, que me dice "ok, lo de si el clientelismo define elecciones, no lo podemos comprobar ahora. Pero que lo hay, lo hay". A lo cual yo toda ingenua le contesto "ay, nene, pero vos qué sabés: capaz yo te digo "sisis, te voto" pero voto a otro; si se supone que el clientelismo es un mecanismo generalizado, ¿por qué lo que me da totito no me lo va a dar monguito, si yo de última cierro con los dos?". En ese momento hice silencio y pensé "ya está. Cayó. Los varones quieren ser esclavos", y seguí pensando un montón de cosas que no puedo reproducir en este medio porque a mí no me interesa, a ustedes tampoco, y además no vienen al caso. En esa milésima de segundo, él me retruca un simple y relajado "estás equivocada, solcito" (nótese please el diminutivo que en su momento me produjo un efecto multivalente). "Eso se puede arreglar" me dice. "Ah, sí?", "sí". Y me explica un mecanismo que yo no conocía:
1) el puntero te da un sobre cerrado, con la firma y el sellín y adentro la boleta;
2) vos vas, votás "comúnmente" es decir, metés el sobre que te dio el puntero;
3) y cuando salís, le tenés que dar al puntero el sobre abierto (con el que se supone que hay que votar).
Como todavía me quedaban dudas de que fuese todo un invento, porque en la dialéctica amo- esclavo, el que llega a amo es aquel que no le teme a la muerte y en pos de eso ( que es conseguir el reconocimiento del otro en una lucha a muerte, para los giles que dicen que el zurdismo no lee) es capaz de hacer (y por lo tanto decir) cualquiera, lo consulté con una fuente, digamos, "calificada" estas cuestiones (que obviamente es buen padre, buen vecino, etc), y la fuente me lo confirmó. Con lo cual llego a tres pobres conclusiones:
1) el clientelismo tiene reglas operativas muy específicas, cuya codificación implicaría casi un derecho administrativo paralelo;
2) me quise hacer la vivilla y me ganaron la discusión, el reconocimiento, todo. Un garrón;
3) el intercambio amoroso, como alguna vez alguien con perversas intenciones me comentó, es un tráfico de información.
Pero volviendo a lo operativo de las cuestión (no de la cuestión amorosa sino de la clientelar, en la que de todos modos se juega amor, socialización, y pasión, más allá del nivel de ingresos por hogar, ingreso per cápita, trayectoria educativa familiar, etc.), el e- voto vendría a cortar con esto, que puede ser visto como la parte más violenta del clientelismo, y que constituye su logística primaria. Por qué. Porque la máquina de votar "ideal", digamos, emite un sólo comprobante (en realidad, esa es la posibilidad que más se contempla hoy por hoy- porque también están las que no emiten nada) que, incluso en el caso en el que pudiera ser fraguado, debe asumir un valor que, en suma, dé un resultado compatible con los resultados emitidos por la maquinita.
Por eso digo que el e-voting no acaba con el clientelismo per se sino con la parte operativa. No con su lógica, pero sí con parte de su logística. Porque lo cierto es que mientras siga habiendo necesidades insatisfechas ("básicas" para cada clase, para cada estrato, que no son necesariamente planes o poca plata o comidas o anteojos), van a seguir existiendo canales paralelos al Estado dispuestos a satisfacerlas.
Lo curioso es que ni Randazzo en la provincia ni Ruiz en la ciudad salgan a defender el e-voto en función de este punto, que parece ser el más grosso. Si yo tuviera a mi cargo la implementación del voto electrónico ya hubiese salido a llenar todo de afiches del tipo "Sol es transparencia" o "democracia con- Sol-idada". Ellos no.
Las hipótesis que se me ocurren al respecto son tres:
1) Que ya hay un tongo armado desde los propios organismos que lo implementan, como un virus, por ejemplo, que piensan vender después. Lo cual no debe ser muy difícil de hacer y de hecho, según la res pública, en Princeton ya se hizo. Aunque en la ciudad, lo pongo en duda.
2) Que si sos el Director Electoral, como en el caso de Ruiz, no podés salir a decir que sabés que efectivamente hay clientelismo.
3) Que si sos Randazzo y se descubrió que tenías dos ñoquis votando en La Nación todo el día, estés esperando que se calmen las aguas para mandarte con la bandera anti-clientelar.
Todo esto, claro, sin tener en cuenta los factores internos de cada partido (o sea, de EL partido), que son los que definen en serio el nivel de autopromoción que puede asumir un funcionario.
En fin, hablar de política 2.0 me hace sentir europea.